De 10 años para acá el cine digital ha fomentado el cine de una manera masiva, dándonos la oportunidad de ver filmes de todo el mundo, historias de todas las culturas, gentes de todas las edades, con el celuloide eso era casi imposible, es cierto hoy es caro hacer cine, pero también es accesible a niveles que hace poco era impensado, Mandarinas de Estonia es un filme que existe gracias a esa bondad, en plena guerra un hombre decide quedarse con su amigo para cuidar un cultivo de mandarinas y también porque hay un arraigo hacia la tierra y cariño a la misma, su casa queda como un puente natural en donde los soldados de ambos bandos pasan continuamente, una mañana a unos metros de su casa hay un ataque, del mismo sobreviven solo dos hombres, uno de cada bando, Ivo decide curar a los dos, tanto físicamente como espiritualmente, y es testigo de un odio irracional por tierras y acentos que no tiene lógica dentro de su casa, la guerra ha acabado con su intimidad. Un filme de una humanidad exquisita, bordado de interpretaciones sencillas y sostenido en secuencias de diálogos que llegan a lo más profundo del alma, la trama entre los personajes se desenvuelve con pasmosa simplicidad y poco a poco entendemos que el filme en su voluntad de no emitir juicios, ve a todos igual, con los mismos derechos, con los mismos deberes, ¿Entonces para que la guerra?, cruda, humana y bellamente fotografiada el filme es un homenaje minimalista a la vida misma, a disfrutar de sus pequeños detalles, algo que simplemente no se nos puede pasar. No la dejen de ver, cine con alma y corazón.