Abandonando cualquier sentido de cordura, dos hombres se azotan sobre si mismos en este filme, tan ambiguo como apasionante, tan artístico como perturbador. The Lighthouse es sin duda una obra mayor de un director que tiene un talento incuestionable. Este segundo filme es la coherente prolongación de algunas de las inquietudes que movían a La bruja, tales como el peso de las creencias y supersticiones, la influencia (malévola) del folklore, o la difusa línea entre el terror y la locura. Las referencias son vastas, Eggers es un tipo curtido, no se puede hacer este tipo de cine sin antes pasar muchas horas en una biblioteca, pero me quedo con dos lecturas claras, la del mito griego de Prometeo y todo lo que la luz significa tanto en la película como en el filme, y visiones varias al mundo de Lovecraft, sobre todo a uno de sus cuentos más famosos, El bote blanco, que cuenta la historia de padre e hijo, dos marineros y sus banales esperanzas de entender la infinita indiferencia cósmica y el poder inconcebible de lo desconocido.

“El océano es más antiguo que las montañas, y está cargado con los recuerdos y los sueños del tiempo” H.P Lovecraft