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Voto de claquetabitacora:
2
Comedia Diez años después de conocerse entre pasarelas y sesiones de fotos, Derek y Hansel han caído en el olvido. Deciden entonces emprender una nueva aventura en busca de la fama y el éxito que perdieron. Para ello, viajan a Europa para enfrentarse a las nuevas celebridades. Secuela de "Zoolander" (2001). (FILMAFFINITY)
10 de marzo de 2016
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un momento donde Derek Zoolander espeta, apesadumbrado, que “ha perdido la chispa”, aquello que le hacía ser el modelo más icónico del mundo de la moda. Esa chispa que le hacía tener la mirada más glamourosa de la historia del cine, la mítica “mirada acero azul” (no confundir con “mirada Magnum” ni con “mirada Le Tigre”). Pues eso es lo que podría decirse de “Zoolander nº 2”. Ben Stiller ha perdido la chispa. De la comedia. A secas y al grano. Porque el mundo del humor es ese que no está al servicio de todos los gustos ni paladares pero que cuesta muchísimo dominar. Stiller, artífice de uno de los títulos clave de la comedia desenfadada y absurda de la década del 2000 y que se convirtió en un título de culto (merecido), ha tardado la friolera cifra de 15 años, que se dice rápido, en traer de nuevo a la vida a la pareja de descerebrados personajes / modelos. Y en parte es lógico imaginar las razones. La primera parte, que no fue un éxito inmediato por mucho que parezca lo contrario, era una crítica incisiva, acertada y mucho más negra de lo que pueda parecer sobre el mundo de la moda, cuando ésta aún contaba con el glamour, aceptación social, veneración mundial y una idiosincrasia particular que la convertía en todo una institución de elitismo, snobismo y sobre todo status pudiente.

Lo que nos encontramos en “Zoolander nº 2” es una secuela extremadamente tardía, una que no puede ofrecer nada nuevo porque todo cambia a ritmo vertiginoso y lo que ayer hacía gracia hoy queda en la mueca torcida, lo que ayer era vox populi hoy ya no sirve ni como gag. Y eso es lo que sucede aquí: un chiste mal contado y sin apenas humor. Fuera de los ínfimos primeros minutos que parecían ser un preámbulo de algo divertido (quizás donde se concentre el mayor número de aciertos cómicos) todo se torna chirriante, sin pizca de sal, tosco y ante todo fuera de lugar. La primera fue un acierto, esta nueva entrega no lo es, ni por asomo. Allí había una crítica a la moda envuelta en una comedia sobre descerebrados que no sabían que lo eran. Aquí es todo un simple más de lo mismo que no arriesga, no innova, no evoluciona, no ofrece novedades, no hay risas, no hay humor inteligente, no hay sal gruesa con la que poder echar una risas sanas y cómplices. No hay nada. Stiller, al igual que Zoolander, demuestra que ya no es el rey de la comedia inteligente y mordaz. Lo que aquí contemplamos es el chascarrillo por el chascarrillo, sin apenas haber un trabajo detrás. Todo muy rancio, muy impostado. Lo que suele llamarse la vacuidad de contenido.

Porque incluso a poco que uno rasque en la superficie puede intuirse una ácida crítica al postureo en el mundo de las redes sociales, la incisiva mirada cortante hacia productos pop que cuenta con hordas de seguidores y enfurecidas masas “hater” centradas en la figura del más polémico icono al respecto: Justin Biever. Con un comienzo que bebe mucho de productos como “Misión Imposible”, la matanza sangrienta a modo de linchamiento del cual es víctima el cantante podría servir como carne de gif, como si de una especie de respuesta visual se tratase a lo que lleva diciéndose sobre su persona a través de redes sociales, portales y blogs de internet. Otro objeto de sátira es cómo la moda ya no tiene una definida postura mediática sino que está al servicio de lo vanguardista, lo transgresor, lo inconformista, lo grotesco, de pasarelas incómodas y de indefinidos gustos donde no hay un perfil concreto (el personaje de Todo, interpretado por un Benedict Cumberbatch andrógino, es el mejor ejemplo al respecto). Hasta puedo llegar a ver una especie de exposición sobre la dificultosa tarea de congeniar el mundo elitista, unilateral e unidireccional de los y las modelos que se encuentran en incompatibilidad con la decisiva y trascendental labor de ser padres.

Sin ser demasiado estricto, puedo ver ciertas pericias y aciertos en esos aspectos. Pero cuenta con un problema muy grave, uno que los guionistas no han podido o no han sabido enfocar, encajar o exponer. Y ese no es otro que contar con un guión confuso, atiborrado de infinidad de ideas sin orden ni coherencia narrativa. Eso hace peligrar el poco acierto que contiene y tropieza minuto a minuto, tambaleándose de una historia a otra sin ser definida. Para empezar todo comienza como una película típica de espías encubiertos dirigidos por el personaje de Penelope Cruz, quien intenta demostrar por todos los medios posibles que es una actriz apta para la comedia (cuando se nota a las claras que el personaje y las dotes para la carcajada le vienen demasiado grandes). Más tarde todo está enfocado en el cine familiar con la vis paterno filial. Zoolander intenta recuperar a su hijo por todos los medios posibles. Pero todo es tan forzado, tan esperpéntico (en el peor de los sentidos), tan insustancial tanto para la película como para la historia que en su conjunto resulta de lo más insípido, estúpido y rematadamente absurdo. A eso hay que sumar el error garrafal de casting pues contamos con un chaval que no da la talla como actor siendo un auténtico estorbo y nada agradable a la vista.

- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
claquetabitacora
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