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Animación. Comedia. Infantil
La moderna metrópoli mamífera de Zootrópolis es una ciudad absolutamente única. Está compuesta de barrios con diferentes hábitats como la lujosa Sahara Square y la gélida Tundratown. Es un crisol donde los animales de cada entorno conviven, un lugar donde no importa lo que seas. De hecho puedes ser cualquier cosa, desde un elefante enorme hasta la musaraña más diminuta. Pero cuando llega la optimista agente Judy Hopps, descubre que ser ... [+]
25 de febrero de 2016
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Zootrópolis”, la última entrega de Walt Disney Pictures sigue las líneas marcadas de la compañía del ratón a través de sus valores morales y de las lecciones aprendidas de la vieja escuela pero también pisa sobre las señales infográficas punteras de personajes espontáneos, amalgama de lugares variopintos junto con una galería inabarcable tanto de protagonistas como de secundarios dentro de un entramado mucho más trabajado que de costumbre y jugando muy bien con géneros a los cuales no se había enfrentado nunca Disney o si lo había hecho no desde un objetivo tan maduro y adulto. Incluso podría verse como una actualización o versión novedosa del cine negro, un género al cual la animación siempre encorsetada en lo infantil y lo ramplón, lo blando y lo simple nunca se había atrevido a jugar ni tan siquiera tantearlo como una posibilidad de resultado fructuoso. Aquí, han decidido tornarse adultos por unos instantes y ofrecer lo que años atrás hubiese sido tan sólo un espejismo. Una utopía que ha acabado tomando forma de una manera excelente.
Los primeros instantes dejan claras las intenciones de la propuesta: recuperar uno de los pilares fundamentales de la animación tradicional y ese fundamento no es otro que volver a contar con lo antropomórfico como narrativa física a la hora de diseñar a los animales. Aquí se presenta a una sociedad avanzada donde los animales, tanto domésticos como salvajes, han logrado superar el instinto depredador y abandonar la cadena alimenticia a un lado, conviviendo todos juntos y dejando que lo salvaje sea relegado o sustituido por un “humanidad” donde las clases sociales siguen existiendo pero de una forma mucho más organizada. Tan sólo hay que ver que el macro universo que compone este mundo animal está formado por distintos hábitats donde todos se encuentran interconectados sin miedo a resultar chocante o falto de cordura.
Lógicamente, el que los personajes convivan en una especie de armonía fluida no significa que las diferencias sociales no existan. Y ahí es donde uno de los temas a tratar sirve como crítica que va más allá de meros personajes cómicos, esponjosos, adorables, mercado de muñecos y productos de venta. Antes indicaba que la empresa sigue con su línea de constantes morales a la hora de exponer su historia. El tan recurrido “lucha por tus ideales, lucha por conseguir tus sueños” es uno de los leitmotiv de la protagonista de la historia Judy Hopps, una conejita decidida, auto suficiente, independiente, consciente de su situación en la cadena pero luchadora y tenaz. Claro, su deseo desde bien pequeña es ser agente de policía, empleo que está “dominado” por los animales más fieros de la fauna salvaje. Aquí es donde aparecería una de las tantas referencias y guiños cinematográficos pues Hopps podría verse como una versión animal de la Clarice Starling de “El silencio de los corderos”. Una mujer en un mundo de y dominado por hombres. Aunque la animación logra ser más amable que el sórdido thriller de los noventa la esencia de ese aspecto queda perfectamente definida.
El otro personaje en discordia y el que demuestra a qué género pertenece también la película es Nick Wilde, un zorro buscavidas, cuyo “trabajo” se basa en trampas, chanchullos, engaños y todo lo que concierne al engaño. En la primera escena donde hace acto de presencia lo vemos en plena acción siendo, quizás, una de las escenas más tiernas y a la vez más divertidas por el arte de la estafa en sí y por saber jugar muy bien con los elementos clásicos del cine de estafadores con encanto (su compinche es uno de los mayores aciertos de toda la película). El rol del zorro va acorde con los anti héroes creíbles y encantados de conocerse, los que sabían robar la atención y marcarse un tanto en cada escena y diálogo que compartían con el protagonista de la película. Una vez Hopps y Wilde tengan que compartir plano y aventuras es cuando el subgénero de las buddy movies hace acto de presencia rememorando las típicas películas policiacas tan exitosas en la década de los 80 y 90 donde comisarías, persecuciones, pistas, acción y suspense van todos a una para ofrecer un pasatiempo digno, afable, ameno y ante todo bien pensado. Porque más allá de ir pasando de género en género de forma fluida y con un ingenio trabajado también tienen razón de ser guiños específicos al mundo del cine y la televisión tanto fuera como dentro de la propia compañía como ese momento tan divertido donde se rinde un homenaje plausible a “El padrino”, “Breaking Bad” o los últimos clásicos de Disney en una escena descacharrante con el top manta como gag.
Otro tema previo en el que hace hincapié “Zootrópolis” más allá de la investigación, el suspense y lo puramente policial es que hay un contraste bien expuesto entre el mundo rural y la gran ciudad. Como ya sucediera en el corto de los míticos Silly Symphonies “El primo de la ciudad” (Leigh Harline, 1936), la urbe siempre ha sido el reclamo, la luz que atrae a las moscas, la inabarcable metrópoli que se encuentra en lucha contra la paz y tranquilidad del pueblo lejano. El contraste entre lo rústico y lo cercano contra la sofisticación y ese punto snob del urbanita. Hopps es una coneja que tiene grandes aspiraciones, que no desea quedarse anclada en la venta de zanahorias en pedanías como lleva haciendo su familia toda la vida. Ella quiere avanzar, evolucionar, crear su propio camino. Y esto es algo que se expone de forma muy constructiva pero sin dejar de hacer inciso en presentarlo todo de forma mucho más cómica, accesible y sin quedarse en el drama de la situación migrante. Estamos hablando de un filme pensado para satisfacer a todo tipo de espectadores. Los problemas, las desventuras, el desánimo y las frustraciones están expuestas en su justa medida y nunca dejando que el drama invada el guión. Tan sólo son pequeños episodios puntuales que no interfieren con el eje central.
- continúa en spoiler -
Los primeros instantes dejan claras las intenciones de la propuesta: recuperar uno de los pilares fundamentales de la animación tradicional y ese fundamento no es otro que volver a contar con lo antropomórfico como narrativa física a la hora de diseñar a los animales. Aquí se presenta a una sociedad avanzada donde los animales, tanto domésticos como salvajes, han logrado superar el instinto depredador y abandonar la cadena alimenticia a un lado, conviviendo todos juntos y dejando que lo salvaje sea relegado o sustituido por un “humanidad” donde las clases sociales siguen existiendo pero de una forma mucho más organizada. Tan sólo hay que ver que el macro universo que compone este mundo animal está formado por distintos hábitats donde todos se encuentran interconectados sin miedo a resultar chocante o falto de cordura.
Lógicamente, el que los personajes convivan en una especie de armonía fluida no significa que las diferencias sociales no existan. Y ahí es donde uno de los temas a tratar sirve como crítica que va más allá de meros personajes cómicos, esponjosos, adorables, mercado de muñecos y productos de venta. Antes indicaba que la empresa sigue con su línea de constantes morales a la hora de exponer su historia. El tan recurrido “lucha por tus ideales, lucha por conseguir tus sueños” es uno de los leitmotiv de la protagonista de la historia Judy Hopps, una conejita decidida, auto suficiente, independiente, consciente de su situación en la cadena pero luchadora y tenaz. Claro, su deseo desde bien pequeña es ser agente de policía, empleo que está “dominado” por los animales más fieros de la fauna salvaje. Aquí es donde aparecería una de las tantas referencias y guiños cinematográficos pues Hopps podría verse como una versión animal de la Clarice Starling de “El silencio de los corderos”. Una mujer en un mundo de y dominado por hombres. Aunque la animación logra ser más amable que el sórdido thriller de los noventa la esencia de ese aspecto queda perfectamente definida.
El otro personaje en discordia y el que demuestra a qué género pertenece también la película es Nick Wilde, un zorro buscavidas, cuyo “trabajo” se basa en trampas, chanchullos, engaños y todo lo que concierne al engaño. En la primera escena donde hace acto de presencia lo vemos en plena acción siendo, quizás, una de las escenas más tiernas y a la vez más divertidas por el arte de la estafa en sí y por saber jugar muy bien con los elementos clásicos del cine de estafadores con encanto (su compinche es uno de los mayores aciertos de toda la película). El rol del zorro va acorde con los anti héroes creíbles y encantados de conocerse, los que sabían robar la atención y marcarse un tanto en cada escena y diálogo que compartían con el protagonista de la película. Una vez Hopps y Wilde tengan que compartir plano y aventuras es cuando el subgénero de las buddy movies hace acto de presencia rememorando las típicas películas policiacas tan exitosas en la década de los 80 y 90 donde comisarías, persecuciones, pistas, acción y suspense van todos a una para ofrecer un pasatiempo digno, afable, ameno y ante todo bien pensado. Porque más allá de ir pasando de género en género de forma fluida y con un ingenio trabajado también tienen razón de ser guiños específicos al mundo del cine y la televisión tanto fuera como dentro de la propia compañía como ese momento tan divertido donde se rinde un homenaje plausible a “El padrino”, “Breaking Bad” o los últimos clásicos de Disney en una escena descacharrante con el top manta como gag.
Otro tema previo en el que hace hincapié “Zootrópolis” más allá de la investigación, el suspense y lo puramente policial es que hay un contraste bien expuesto entre el mundo rural y la gran ciudad. Como ya sucediera en el corto de los míticos Silly Symphonies “El primo de la ciudad” (Leigh Harline, 1936), la urbe siempre ha sido el reclamo, la luz que atrae a las moscas, la inabarcable metrópoli que se encuentra en lucha contra la paz y tranquilidad del pueblo lejano. El contraste entre lo rústico y lo cercano contra la sofisticación y ese punto snob del urbanita. Hopps es una coneja que tiene grandes aspiraciones, que no desea quedarse anclada en la venta de zanahorias en pedanías como lleva haciendo su familia toda la vida. Ella quiere avanzar, evolucionar, crear su propio camino. Y esto es algo que se expone de forma muy constructiva pero sin dejar de hacer inciso en presentarlo todo de forma mucho más cómica, accesible y sin quedarse en el drama de la situación migrante. Estamos hablando de un filme pensado para satisfacer a todo tipo de espectadores. Los problemas, las desventuras, el desánimo y las frustraciones están expuestas en su justa medida y nunca dejando que el drama invada el guión. Tan sólo son pequeños episodios puntuales que no interfieren con el eje central.
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Otro de los aciertos más llamativos es que aquí no contamos con un villano personificado, alguien en quien centrar el objetivo. Va mucho más lejos. No se trata de un mal concreto sino una crítica en sí misma a la sociedad, los prejuicios infundados sobre razas y sobre el miedo como arma de ataque y dominación, algo muy básico en los animales: domésticos contra salvajes y siempre con el ojo puesto en la burocracia, la corrupción, los engaños y sobornos. Todo dentro de un entramado que sigue una madeja bien orquestada y con un resultado cuanto menos sorprendente que hará las delicias de los amantes de giros argumentales a medida que avanza el metraje. Mientras tanto, hasta llegar a ese punto, “Zootrópolis” es un alarde de pericia técnica que se disfruta desde el primer segundo. El diseño de producción, aparte de una amalgama de colores excelente, está centrado en una colección inabarcable de personajes tanto protagonistas como secundarios que funciona a la perfección dentro de un hábitat conseguido y una simbiosis perfecta donde todos están diseñados con un gusto exquisito, aparte de inyectarles una gran variedad de caracteres y personalidades variopintas pero siempre jugando con la ventaja de tener la impronta de la forma de ser de los animales representados.
Los directores aúnan sus fuerzas para conseguir ofrecer un trabajo encomiable a la hora de exponer la pericia en el campo de la animación. Para empezar el ritmo es casi siempre lineal, fluido, dotado de una sensación de saber en todo momento cómo enfocar el asunto y tratar el género. Incluso el momento íntimo donde Wilde le explica a Hopps un episodio de su infancia influyente en su razón de ser es necesario para comprender como el pasado nos marca sin poder evitarlo. Si bien es cierto que a mitad del metraje hay cierto bajón pronunciado todo se resuelve con una serie de pistas muy bien pensadas que hacen inciso en la razón del porqué los animales se están volviendo salvajes cuando había una armonía bien construida, ayudados también por una pequeña patina de un terror soft muy bien expuesto como ese donde los animales se tornan en auténticas bestias agresivas y sin control. Pero también merece mención especial el humor negro que contiene razón como por ejemplo el recurrir a la iconografía y modelo de “Breaking bad” de una forma impensable unos años atrás o como los funcionarios son representados como perezosos ante su lentitud a la hora de realizar sus labores en una de las más divertidas escenas de todo el metraje.
Estamos, sin lugar a dudas, ante uno de los trabajos mejor realizados de los últimos tiempos que incluso podría llegar a verse como una especie de versión edulcorada o menos agresiva de “Blacksad”, el cómic de culto de Juan Díaz Canales y Juanjo Garrido. Una obra que guarda no pocas similitudes tanto en diseño de personajes como en lo que a entramado se refiere. “Zootrópolis” es una pequeña gran joya de la animación donde el empaque es perfecto, aunado con una pareja protagonista bien armonizada, un buen trabajo en lo que a guión se refiere y una fe rotunda de que estamos ante una época dorada de títulos férreos y personajes logrados. Tan sólo hay que comprobar cómo desde “Enredados” la compañía va viento en popa a toda vela superándose en cada nuevo título, tratando temas distintos, arriesgados y mucho más activos, sin dormirse en los laureles y convirtiendo el arte de la animación en un vehículo de lucimiento para historias mucho más elaboradas, no tan simples como pudiera parecer y conquistando lo que es más difícil todavía: la crítica más incisiva y la expectativa de un público cada vez más exigente y menos dado a los cumplidos fáciles. Walt Disney, de seguir vivo, estaría orgulloso.
Crítica completa en https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/25/critica-zootropolis-byron-howard-rich-moore-jared-bush-2016-disney-cartoonizando-el-thriller-clasico/
Los directores aúnan sus fuerzas para conseguir ofrecer un trabajo encomiable a la hora de exponer la pericia en el campo de la animación. Para empezar el ritmo es casi siempre lineal, fluido, dotado de una sensación de saber en todo momento cómo enfocar el asunto y tratar el género. Incluso el momento íntimo donde Wilde le explica a Hopps un episodio de su infancia influyente en su razón de ser es necesario para comprender como el pasado nos marca sin poder evitarlo. Si bien es cierto que a mitad del metraje hay cierto bajón pronunciado todo se resuelve con una serie de pistas muy bien pensadas que hacen inciso en la razón del porqué los animales se están volviendo salvajes cuando había una armonía bien construida, ayudados también por una pequeña patina de un terror soft muy bien expuesto como ese donde los animales se tornan en auténticas bestias agresivas y sin control. Pero también merece mención especial el humor negro que contiene razón como por ejemplo el recurrir a la iconografía y modelo de “Breaking bad” de una forma impensable unos años atrás o como los funcionarios son representados como perezosos ante su lentitud a la hora de realizar sus labores en una de las más divertidas escenas de todo el metraje.
Estamos, sin lugar a dudas, ante uno de los trabajos mejor realizados de los últimos tiempos que incluso podría llegar a verse como una especie de versión edulcorada o menos agresiva de “Blacksad”, el cómic de culto de Juan Díaz Canales y Juanjo Garrido. Una obra que guarda no pocas similitudes tanto en diseño de personajes como en lo que a entramado se refiere. “Zootrópolis” es una pequeña gran joya de la animación donde el empaque es perfecto, aunado con una pareja protagonista bien armonizada, un buen trabajo en lo que a guión se refiere y una fe rotunda de que estamos ante una época dorada de títulos férreos y personajes logrados. Tan sólo hay que comprobar cómo desde “Enredados” la compañía va viento en popa a toda vela superándose en cada nuevo título, tratando temas distintos, arriesgados y mucho más activos, sin dormirse en los laureles y convirtiendo el arte de la animación en un vehículo de lucimiento para historias mucho más elaboradas, no tan simples como pudiera parecer y conquistando lo que es más difícil todavía: la crítica más incisiva y la expectativa de un público cada vez más exigente y menos dado a los cumplidos fáciles. Walt Disney, de seguir vivo, estaría orgulloso.
Crítica completa en https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/02/25/critica-zootropolis-byron-howard-rich-moore-jared-bush-2016-disney-cartoonizando-el-thriller-clasico/