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Voto de El malvado Carabel:
6
Drama. Comedia Walter Black (Mel Gibson) es un hombre que padece una profunda depresión. Su única vía de escape, su único consuelo, es una marioneta que representa a un castor, al que trata como si fuera una persona. Perseguido por sus propios demonios, Walter, que fue en otro tiempo un exitoso ejecutivo de una empresa de juguetes, emprenderá con su marioneta un viaje de autodescubrimiento... (FILMAFFINITY)
7 de junio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi caso, personal y circunstancial, hace ya un tiempo que la frase de "No creo que vuelva a ver a Mel Gibson en la gran pantalla por motu propio" se me pasó por la cabeza, y hasta fue pronunciada por mi boca. Mal planteamiento, aquí vino Jodie Foster para hacerme cambiar de parecer.

Se habla del resurgir del actor, de su renacimiento. Por mi no avanzada edad (de aquí lo circunstancial) no he podido descubrir su cine anterior, de donde intuyo que si hay un resurgir, hubo una época donde estaba en lo alto (no es ironía, es una deducción). Ahora mismo estoy interesado por ver el cine de otros que me parecen más interesantes (de aquí lo personal), por lo que Mel Gibson tendrá que esperar a que mis años avancen y tenga tiempo para verlo todo. Por ahora, me quedo con la gran interpretación; sólida, entregada y extrema. Digna de elogios, sin más, sin mirar atrás en la historia del actor.

Pero no estamos ante un film que deja el peso a su protagonista, aquí su mayor virtud, repartir el peso en los aparentes secundarios. La que en principio parece la simple guapa de la película, Jennifer Lawerence (pasa casi inadvertida después de una estupenda "Winter's Bone") da una muestral de interpretación juvenil con clase. Y en este grupo, resaltar al niño (Riley Thomas), que da un recital de naturalidad, de no contaminación por el protagonismo (nada de ser "el niño repelente"). Junto a esto, un guión bastante extremo y su punto de vista, le dan a la película un cierto tono personal, pero que la dirección no logra consolidarse como tal por caer en muchos elementos convencionales.

Así,una siempre gigante Foster, está demasiado dramática por cuestiones de forma de guión (es la esposa sufrida) y cuestiones de su auto-dirección. Y el hijo mayor (Anton Yelchin) también hace una muy buena interpretación, a la altura de Gibson, pero le toca otro papel común (el hijo rebelde). Esto, junto con propuesta escénica que roza lo normal, alejan el film de una película que podría haber sido de autor.

Jodie Foster, ahora mismo, está jugando con dos tipos de dirección, el de hacer cine convencional o personal. Seguro que tendremos la ocasión con futuras películas de saber de que lado cae.
El malvado Carabel
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