En esta película sobre un grupo de mercenarios entrando en su senectud que combaten a un traficante de sustancias nucleares hay muchas cosas que dan igual.

No importa que el guión sea malo, no importa la inverosimilitud de las situaciones, ni siquiera importan las caras abotargadas por los años y otros desarreglos. No importa nada porque tú sabes por qué lo que vas, y Sly también lo sabe.

Y ese motivo es algo tan respetable como la nostalgia te empuja a ver a esos compañeros de viaje que fueron Sylvester, Bruce, Dolph, Arnold, JC o, por supuesto, Chuck. Como en una reunión con amigos a los que no ves desde hace tiempo, lo único que deseas es recordar, y disfrutar el reencuentro.

Así, mientras los disparos, los muertos y las frases lapidarias pasan, te das cuenta de que el tiempo pasa para ellos y para ti. Y de que tienes mucho que agradecer, si no por esta película, sí por las que te hicieron disfrutar en esos maravillosos años.

Por eso, igual que viniste a esta reunión y a la anterior, irás a la siguiente a la que te llamen, aunque os vierais hace poco y haya pocas cosas que contar, y aunque esa semana quizás te apetezca conocer gente nueva. Al fin y al cabo, eso es lo que hacen los amigos.