Cuando las grandes distribuidoras se negaron a estrenar La vida de Brian por considerarla irreverente, tuvo que salir al rescate George Harrison, fan confeso de los Monthy Python, para financiar su distribución hipotecando incluso su mansión. Sin embargo la jugada le salió bien porque la película fue rentable y sin ser un superéxito con los años se convirtió en un apreciado título de culto.

El paso del tiempo la han tratado bien y sigue conservando el encanto del humor sarcástico, disparatado e inteligente del genial sexteto de humoristas británicos.

Se trata de su mejor película, una parodia bíblica en la que se ponen en solfa la religión, el feminismo, los movimientos revolucionarios y en general todas las corrientes sociales de los turbulentos setenta.