7500 (2019), del director alemán Patrick Vollrath, narra el intento de tomar un avión por parte de un grupo de extremistas en tiempo real y con la utilización de cámaras de seguridad. Es un ensayo que busca construir a la película de la manera más verídica posible.

Por Nicolás Bianchi

Al revés de la premisa nietzscheana, 7500 pretende que no haya interpretaciones, solo hechos. La percepción general que queda luego de mirarla es que el objeto de la película es presentar una toma de un avión alemán, por parte de un grupo de jihadistas islámicos, de la forma más verídica y ascética posible. Como si hubiera una suerte de atentado terrorista estándar que se puede replicar al detalle.

En la película lo primero que se presenta es una serie de imágenes de las cámaras de seguridad en la que vemos a los terroristas. Mostrar a través de estos dispositivos es uno de los artificios de 7500 para impostar de verdad, de realidad a sus imágenes. Pero es un viaje como el de Ícaro, el personaje de la mitología griega que por querer volar cerca del sol hizo que la cera que sostenía sus alas se derritiese, provocando su caída en el mar. 7500, título que proviene del código que utilizan los pilotos para avisar de un ataque terrorista, también por querer aproximarse tanto a lo que sería lo real ve chamuscado el fuselaje de su avión.

Tobias Ellis (Joseph Gordon Levitt) es el personaje principal del thriller y el ayudante o segundo piloto del avión en cuestión. El espectador ya sabe que los terroristas están a bordo pero todavía no los ve. Todo transcurre, y así va a ser por el resto de la película, en la cabina del avión. El piloto Michael (Carlo Kitzlinger) comienza con los preparativos para iniciar el viaje, en lo que el film se detiene con la meticulosidad de un curso de instrucción para aeronavegantes. La llegada tarde de uno de los pasajeros permite introducir algo de distensión, y un único toque de humor, dentro de las cuestiones operativas del despegue.

El primer desvío de esa realidad dura que impone la película se da cuando Tobias es saludado con un beso en la boca por una de las azafatas, que resulta ser su mujer y además está embarazada. La familia completa se encuentra en el vuelo que está por unir Berlín con París. El avión despega y 7500 presenta uno de sus elementos mejor utilizados: la cámara que está por encima de la puerta de la cabina y por la cual, a través de un pequeño monitor de seguridad, los pilotos pueden ver quien quiere entrar. Como se trata de la azafata que viene a ofrecerles la cena abren la puerta. Allí comienza el ataque de los terroristas.

El film se desarrolla en tiempo real, o sea el embarque de los pasajeros y el vuelo se muestran en continuado, sin cortes ni elipsis. Todos los elementos de austeridad narrativa de la película generan clima y tensión, pero luego comienzan a lindar con lo tedioso. Ese dispositivo lleva a que se trate de una película de prácticamente un solo personaje, como si fuera una suerte de naufragio dentro de la cabina de un avión.

Sin embargo, lo más flojo es una suerte de metamensaje que se pretende instalar desde el comienzo. La película inicia con la cita de una muy recurrida frase de Mahatma Ghandi, aquella que dice que “ojo por ojo deja al mundo ciego”, y que luego se puede continuar leyendo en la actitud de Tobias, el personaje principal. Con menos solemnidad y artificialidad se hubiera redondeado un producto mucho más entretenido. De todas maneras 7500 logra algunos momentos interesantes y exhibe un puñado de buenas ideas.