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Argentina Argentina · Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Voto de El Golo Cine:
8
Drama Mario, docente universitario, utiliza una investigación sobre el escritor Ezequiel Martínez Estrada para huir de su pasado. Establecido en Bahía Blanca, la nueva ciudad parece ser el lugar ideal para el olvido, hasta que un encuentro fortuito con un viejo amigo desencadena el peor de los peligros. (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque es como si no hubiera ocurrido, dice el protagonista de Bahía Blanca (2021), primera y muy interesante película de Rodrigo Caprotti, basada en una novela de Martín Kohan. El film es arriesgado, cambiante e impredecible. Se estrenó en el BAFICI 2021.

Por Nicolás Bianchi

Como si fuera un sello o un aval, la película abre con la imagen del escritor Martín Kohan, en un cameo en el que interpreta al secretario de una universidad que aprueba el viaje que el protagonista emprenderá a la ciudad que da título a la película. Bahía Blanca no se desprende nunca de su origen literario, lo que se advierte fundamentalmente en los diálogos. Allí hay una trasposición, por lo que parecería que el cine es lo que se adapta a la literatura y no a la inversa.

Mario (Guillermo Pfening) es un académico que busca estudiar la obra de Ezequiel Martínez Estrada por lo que viaja a la ciudad de donde es oriundo el escritor. A los fines de la película lo que es importante es que Martínez Estrada fue un intelectual que se destacó en distintos campos como la poesía, el ensayo o la crítica literaria. O sea que se trata de alguien que se movió y produjo en distintos registros, lo que amerita una pequeña discusión en el film. En el juego de espejos más grande que presenta, la película va a tener el mismo carácter que la obra de Martínez Estrada. Se va a desarrollar en distintos tonos.

El primero es un relato prácticamente introspectivo sobre un personaje, Mario, cuyo semblante algo dubitativo y apocado es contado a partir de pequeños hechos de su vida cotidiana como investigador en Bahía Blanca. Con su vecino, interpretado por Marcelo Subiotto, mantendrá conversaciones sobre las supersticiones que rondan a la ciudad, ya que muchos sostienen que trae mala suerte. Esa posibilidad, la de la fortuna esquiva, pondrá en cuestión el escepticismo del personaje.

En otro juego especular Mario se verá atraído por una joven muchacha (Violeta Palukas) que junto a un grupo de fanáticos católicos toca a su puerta para intentar sumarlo a su iglesia y por una empleada de un locutorio (Ailín Salas), que tiene una doble vida. La chica siempre le cobra 50 centavos por el uso que Mario hace de una computadora para revisar sus mails y, más tarde, 50 pesos en un bar nocturno en el que trabaja por servicios, digamos, más íntimos.

El último de los pequeños espejos de la primera parte de la película se presenta cuando Mario, ya a punto de regresar a Buenos Aires, le deja su residencia a la antropóloga que interpreta Julia Martínez Rubio, que le habla de la posibilidad de la ciencia como vehículo para llegar a la verdad pero también como posibilidad de delirio total. El encuentro fortuito, y para nada deseado, con Ernesto (Javier Drolas), un amigo al que no ve hace mucho tiempo, abre otra puerta tanto para el personaje como para la película.

Bahía Blanca pasa de ser un drama intimista centrado en un personaje al retrato de un psicópata, el mismo Mario, que busca reconquistar a su ex mujer (Elisa Carricajo). En retrospectiva, la monstruosidad del personaje era una posibilidad que escuetamente se había sembrado en la larga introducción. La lógica que Mario le imprime a sus diálogos lo lleva por caminos extraños. Como si todo se resolviera en el campo de la dialéctica y de la articulación lógica de proposiciones, los personajes se enredan en propuestas y confesiones a partir de lo que se deriva de sus conversaciones. La actuación de Pfening es destacada, al igual que el trabajo del resto del elenco que aquí se mencionó.

En su primera incursión en la ficción Caprotti se aferra a lo literario, fuente de la película. Más allá de algún plano confuso, como el que se produce cuando Mario visita un castillo con su amigo Ernesto que busca locaciones para un film, el trabajo de cámara y fotografía es sumamente sólido y atractivo. La película, por momentos extraña, no se descarrila a pesar del giro abrupto que presenta. Como en los viajes perfectos puede quedar la sensación de que algunas cosas no hayan ocurrido.
El Golo Cine
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