Una película de una gran belleza gráfica y con brillantes interpretaciones de Hugh Jackman (que, en ocasiones, se acuerda de que es un buen actor) y Rachel Weisz como siempre fantástica.

Es una gran historia con un profundo significado pero te la tienen que explicar o tienes que entender algo de misticismo para poder entenderla; de lo contrario te parecerá una rayada de esas que hacen algunos directores y que, cuando se acaban, no sabes qué has visto o qué te querían contar.

La película, en esencia, se basa en las dos dimensiones fundamentales del ser humano: la búsqueda de la felicidad y del sentido de la vida. Aronofsky lo afronta desde el misticismo de sus raíces con la alegoría del árbol de la vida. En dicho árbol está toda la realidad, desde la vida biológica en sí misma hasta su trascendencia absoluta. La vida, la muerte y la transformación para volver de nuevo a la vida son los temas abordados con maestría en la cinta.

No sé como pudieron convencer a los productores para hacer algo como esto pero hubo suerte.