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Argentina Argentina · Rosario
Voto de Elbio:
8
Sans soleil
1983 Francia
Documental, Intervenciones de: Florence Delay, Arielle Dombasle
7,8
2.864
Documental Tres niños en una carretera en Islandia, una tripulación somnolienta a bordo de un ferry, un emú en Île de France, un bello rostro de las islas Bijagos, un cementerio de gatos a las afuera de Tokio, vagabundos en Namidabashi, los habitantes de la Isla de Fogo, Cabo Verde, un carnaval en Bissau... Así inicia el relato una mujer desconocida que lee las cartas remitidas por un operador de cámara, Sandor Krasna, que a través del registro de ... [+]
21 de junio de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto cosas que ustedes no creerán. Naves en llamas, más allá de Orión. Rayos C brillando a las puertas de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. La verdad de cada momento, en su eterna vocación de fuga, hace borrosa a la memoria. Todavía recuerdo al replicante en su hora final sobre los bordes de una terraza nocturna. Al recordarlo, me esfuerzo en rescatar ese momento y ver si queda algo de los momentos que él vio. Haber estado allí es haber vivido. Lucha contra el tiempo, que no existe. Hemos vivido porque hemos estado allí, no por haber estado entonces. El espacio es, el tiempo deja de ser, bien lo sabemos los viajeros. Haber visto más de una vez es ver. La memoria es un adorno fúnebre hecho del cúmulo de miradas que desean llegar a certezas. El agua que cae es invierno de alma, punto final previo a renacer. La terraza, escenario intelectual desde donde se observan aquellas verdades que distan de serlo, es bendecida por la lluvia que limpia el pasado de quien aspira a una nueva realidad. El cine ve venir su propia muerte. La criatura no tiene derecho a ser libre. Las lágrimas sirven para lavar la conciencia. Como todo Frankenstein, el replicante es una de las formas artificiales que toma nuestro miedo a la ciencia desquiciada. Otras son fantasmas, zombis y monstruos. En eso se convertirá el replicante cuando ascienda a la vida más allá de la muerte. Pero no cree en eso. Cree en el pasado, lugar adonde el arte nunca vuelve. Nosotros intentamos volver sin poder llegar. Para no llorar en la despedida (lo que sería ingrato) se compadece de nosotros, eternos viajeros hacia el pasado a través del cine. Estamos obligados a inventar recuerdos que el cine se encarga de desmentir, por su constante tarea de amurallar memoria a partir de transformar forma en contenido. Chris Marker lo sabía (sino “La jetee” no sería tan extraordinaria película de viajes en el tiempo, hecha en fotos, con pocos actores y un par de lugares en escasa escenografía). Aquellos momentos del ‘62 vuelven como fantasmas porque la era de la reproductibilidad técnica ya permitía, por entonces, viajar océanos de tiempo en escasos 26 minutos. Al darle importancia al detalle sin perder conciencia del universo ilimitado, el cine sabe mostrar cada árbol de manera que no se nos tape el bosque. No hay bosque sin árboles ni camino transitable si algo se detiene. Al darle importancia a ese espacio vacío en donde todo lo sólido se desvanece, Marker mira donde no hay, da a entender al inconsciente y enseña cómo se da forma a un discurso audiovisual. Marker habla de mirar y pensar, de pensar y decir lo que es mirado. Ve, recuerda, nombra lo recordado y crea lo que recreamos. Establece las reglas de la conversación reclamando confianza en que los recuerdos son nada más que motivos de conversación antes que propuestas de acuerdo. En una conversación, Marker le explicaría al replicante que el proceso de convertir contenidos en formas (que, a su vez, generen contenidos) permite distinguir lluvia de lágrimas. Adaptación. La lluvia nos antecede y siembra futuro, nuestras lágrimas sepultan pasados. Aunque las formas visuales sean similares, los sabores de la memoria y del olvido, son distintos: una multiplica, el otro disuelve. Del agua venimos, hacia la tierra vamos. Lo final es vital. Sin logística silenciosa de semillas no hay voces nuevas. Marker opina sobre lo que ha visto y lo comparte, no se explica, se multiplica, pasa de uno a muchos. Y, para más garantías del recordar, dando otra clase sobre montaje productor de mundos nuevos a partir de uno viejo, elige el modo epistolar reflexionando sobre aquello que, caótico cerca, ahora lejos se ordena. Como el momento y su recuerdo. A su manera, reafirma que uno de los sentidos del cine es contar lo que nos pasa, reflejando lo que les pasa a otros nosotros. Me hubiese gustado no caer en la tentación de terminar diciendo que otro sentido del cine es el de evitar que muchos momentos se pierdan como lágrimas en la lluvia.
Elbio
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