Y es que en "El viejo molino" no se atisba lo humano, ni siquiera en los personajes, animales corrientes que deben pasar la noche guarecidos al abrigo de esta edificación ruinosa, pero que nos recuerda con el soplo del viento que fue nueva alguna vez. Porque Disney aquí nos presenta un cortometraje adulto, maduro, sin enfocarse ni dirigirse a un público infantil, y es por ello quizá que encandiló millones de infancias. El simbolismo musical, su sonido, está en perfecta simbiosis con la imagen, y aunque ese paraje bucólico nos parezca ya remoto no es descabellado extrapolarlo a un presente en donde también abundan las ruinas y en donde a cada uno, a su manera, nos toca recogernos durante una mala noche.

El atardecer, la noche tormentosa y el amanecer despejado detallan en menos de 9 minutos todo el arte condensado y expresado en la historia.

Sublime.