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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama Década de los 50, en una pequeña ciudad de Texas. Los jóvenes amigos Sonny y Duane y la guapa Jacy son tres adolescentes insatisfechos y aburridos, espectadores de sus propias vidas en una localidad encerrada en sí misma en la que no hay mucho que hacer. Todo es un sueño inmóvil que se desarrolla entre un viejo cine, un salón de billar y un café abierto toda la noche. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simplemente una de las mejores películas de la historia del cine. La melancolía hecha pura obra maestra atemporal, pero no una melancolía acomodaticia y sencilla, facilona, sino todo lo contrario: una melancolía ácida, que duele, que escuece, que nos enseña lo peor de nuestro pasado para entender de dónde vienen los grandes males de nuestro presente. Un brillante e insuperable retrato del reverso tenebroso del sueño americano.

Es melancolía y es retrato generacional. Es Peter Bogdanovich, ni más ni menos, uno de los más grandes directores que hayan existido nunca. El autor de esta obra maestra inmortal titulada “La última película” o de otra igual de enorme y nostálgica como “Luna de papel”.

Son los años 70, la mejor década de la historia del cine para quien suscribe estas líneas. El propio Peter Bogdanovich, junto con Francis Ford Coppola, Arthur Penn, Stanley Kubrick, Sydney Pollack, Martin Scorsese, Sergio Leone, Bernardo Bertolucci, Woody Allen, Roman Polanski, Michael Cimino, George Roy Hill, Bob Fosse, Milos Forman o y John Cassavetes conformaron la mejor generación de cineastas jamás habida e impulsaron el cine hasta cotas que nunca se han vuelto a superar. Lo de los 70 es un fenómeno irrepetible que cambió el cine y mi vida para siempre.

“La última película” es ejemplo perfecto de ello. Vista en mi infancia, me marcó para siempre, como ocurriera con “Érase una vez en América” de Sergio Leone, “Novecento” de Bernardo Bertolucci, “Fanny y Alexander” de Ingmar Bergman, “El cazador” de Michael Cimino, “El padrino” de Francis Ford Copppola, “Cabaret” de Bob Fosse o “El resplandor” de Stanley Kubrick. Nada volvió a ser igual después de verla.

Estamos ante quizás la mejor crónica jamás rodada sobre la difícil juventud de un grupo de adolescentes que viven en un pequeño y remoto pueblo de la Texas más profunda en la década de los años 50. Sólo hay un cine, un billar y una cafetería que sirve unas riquísimas hamburguesas. Nada más donde divertirse, escapar o intentar vivir otras vidas, vetadas para todos ellos por su lugar de nacimiento.

Peter Bogdanovich crea una de las mejores películas corales jamás habida aunque, simultánea y magistralmente, fija su atención en los tres jóvenes que la protagonizan: Timothy Bottoms como un adolescente demasiado sensible para la rudeza imperante en aquel pueblo asfixiante; Jeff Bridges como el amigo que está deseando escapar de aquel lugar desolado al que sólo lo une su novia; y una maravillosa sorpresa para el mundo del cine que pasó a convertirse en mi mito erótico, una jovencísima Cybill Shepherd en su primer y mejor papel de su carrera, como la niña consentida y mimada de la familia bien del pueblo que utiliza su belleza y su cuerpo para conseguir todo aquello de lo que se va encaprichando sin medir las consecuencias.

Y la capacidad para lograr ser una obra maestra que trasciende épocas y modas, lo amalgama con una pléyade de personajes secundarios que marcan de forma indeleble al espectador, desde el gran Sam (propietario del cine, el billar y la cafetería interpretado por un excelso Ben Johnson) hasta la madre de la díscola Jacy, tan díscola como ella (maravillosa Ellen Burstyn), una mujer que conoce un idilio maduro-adúltero-indebido con un adolescente (fantástica Cloris Leachman), pasando por un niño mudo que te conquista el corazón.

Todo ello rodado en un portentoso blanco y negro de Robert Surtees, que marca definitivamente el tono lánguido de la cinta y una permanente banda sonora musical a base de temas clásicos del country insuperable. Una cinta de 1971 que pareciere rodada ayer mismo y con unos etéreos 120 minutos que pasan como un suspiro. Un film que debería haber visto todo el mundo al menos una vez en la vida.
Sergio Berbel
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