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Voto de Shinboneniná:
6
Cine negro. Intriga Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos. (FILMAFFINITY)
23 de febrero de 2008
30 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
A menudo hay alguna película mítica que, por una u otra razón, nunca encontramos el momento para ver. Hasta que se produce tal ocasión, se van creando unas expectativas quizá exageradas, y eso hace que, cuando nos ponemos delante de la pantalla, la decepción experimentada es notable. Eso es exactamente lo que me ha ocurrido con “La dama de Shanghai”. Había visto tantas veces la secuencia de los espejos, fotogramas de la Hayworth enfundada en su bañador oscuro, sobre la cubierta del yate, que seguramente había creado de modo inconsciente mi propia película, completándola con un argumento inexistente, construido a partir de dos momentos descontextualizados.
La obra tiene todas las virtudes del cine de Welles: innovadores movimientos de cámara, virtuosismo fotográfico, un sello visual muy adelantado a su tiempo, de estética expresionista y grandes contrastes lumínicos. Una obra fascinante en lo visual, tal vez demasiado moderna para su época. Pero, como toda obra de vanguardia, tiene el enorme inconveniente de que ha quedado para la posteridad como mero experimento estético, vacío, frío y distante, que de pura modernidad, ha quedado anticuado.
Creo que para el estudioso del cine como manifestación artística es una obra esencial de uno de los autores más precoces, rupturistas y geniales del séptimo arte. Otra cosa es su disfrute desde el punto de vista de un espectador no tan selecto que trata de disfrutar de una historia, con cuya trama y personajes se pueda identificar. Bajo esta perspectiva, la película defrauda profundamente, llegando a ser en muchos momentos pedante y, lo que es peor, aburrida. Habrá quien piense que no se hizo la miel para la boca del asno, pero conviene no olvidar tampoco que los primos de Platero también tenemos nuestro corazoncito. Un tierno rebuzno para todos ellos. ¡Ihaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Shinboneniná
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