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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
7
Drama Texas, principios del siglo XX. Una historia sobre la familia, la avaricia y la religión. Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) se traslada a una miserable ciudad con el propósito de hacer fortuna, pero, a medida que se va enriqueciendo, sus principios y valores desaparecen y acaba dominado por la ambición. Tras encontrar un rico yacimiento de petróleo en 1902, se convierte en un acaudalado magnate. Cuando, años después, intenta ... [+]
15 de mayo de 2008
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me atrae y me fascina esa paulatina metamorfosis de Daniel Plainview a lo largo de la película. De hombre a demonio. No tan sólo por la interpretación de Daniel Day Lewis. Su impecable trabajo ya ha sido espléndida y suficientemente glosado por otros usuarios. Me interesa, sobre todo, la evolución de su personaje desde el punto de vista narrativo. Y ahí los laureles van para el que dirige la orquesta. El agigantado éxito empresarial de Daniel, inversamente proporcional a su propio declive humano, nos lo describe Anderson con una precisión y un rigor encomiables.

Le reprocho a éste, sin embargo, la excesiva lentitud y contención de “Pozos de ambición” en las dos terceras partes iniciales. El negocio del petróleo me interesa más bien poco, y el drama humano tarda demasiado en comerle terreno a lo que, de inicio, se nos presenta como el típico biopic de un empresario sin escrúpulos.

Así pues, el salto temporal con el que la peli nos sorprende en su tramo final es tan súbito como efectivo. El zarpazo de Anderson resulta tan contundente que los que disfrutamos con el talante excesivo y desbordante de este director recibimos, por fin, lo que estábamos esperando.

Daniel Plainview, ese ser abyecto y sin entrañas, desvela su verdadera identidad en este punto, y culmina junto a Eli Sunday (Paul Dano), una secuencia final intensa y espeluznante. Todo ello sin atisbo alguno de convencionalismos maniqueos ni efectismos gratuitos. Es más, la catarsis final se nos manifiesta a través de dos seres desquiciados y patéticos que transmiten tanta pena como repugnancia.

Un sublime final que equilibra, con bastante fortuna, la trayectoria de una peli que apuntaba preocupantes síntomas de coñazo absoluto.
Taylor
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