Algunos días atrás varios usuarios de esta misma página coincidíamos en afirmar que este 2010 no había sido, precisamente, un año demasiado gratificante en términos cinematográficos. En mi caso, por ejemplo, incluso me atreví a incorporar la tan mediocre como paródica “The Expendables” a mi Top-10 particular para cerrar, de esta manera, un listado en el que -entre un batiburrillo de pelis simplemente interesantes (“Inception”, “Shutter Island”, “The ghost writer”, “La red social”, “The town”, “Robin Hood”)- tan sólo destacaba como propuestas verdaderamente notables “Pa negre”, “Buried” y “Carancho”.

Obviamente, aún no había tenido la oportunidad de ver “Black Swan”. Una peli gracias a la cual este 2010 finaliza su recorrido cinematográfico con un canto del cisne absolutamente magistral y gracias a la cual puedo cerrar mi particular año cinéfilo completamente exultante, satisfecho y feliz.

Quizás más de uno considere que exagero, pero os aseguro que “Black Swan” sintetiza a la perfección todo cuanto espero encontrar en una peli. Y eso supone que estéticamente me fascine, que emocionalmente me traspase y que intelectualmente me enriquezca. Algo que, sin lugar a dudas, Aronofsky consigue a través de esta angustiosa y trágica historia en la que realidad y paranoia se entremezclan hábilmente y en la que Natalie Portman compone un personaje destinado, sin lugar a dudas, a llevarse el Oscar de calle.

Y poco más. Tan sólo apuntar, para los más incrédulos, que “Black Swan” incluye una excitante secuencia de sexo lésbico para nada gratuita que muy probablemente servirá de cebo para que el sector más refractario al mundo del ballet acabe gozando, a mi juicio, de la mejor peli del 2010 y la más redonda -hasta la fecha- de Aronofsky. Que la disfruten.