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Polonia Polonia · Terrassa
Voto de Taylor:
8
Western Nuevo México, 1953. Jack Burns, un vaquero amante de la libertad y de los horizontes abiertos, llega cabalgando al pueblo de Duke City. Su intención es liberar a su amigo Paul Bondi antes de que lo trasladen a una prisión estatal. Bondi, que ha sido condenado a dos años de cárcel por acoger en su casa a algunos mexicanos que han cruzado ilegalmente la frontera, es un escritor que dejó su vida aventurera para casarse. Jack visita a la ... [+]
16 de octubre de 2010
40 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando ayer noche vi “Los valientes andan solos” no pude evitar acordarme, inmediatamente, de “La balada de Cable Hogue”. Un film que, como podréis deducir, guarda numerosas similitudes con el que hoy nos ocupa. No en vano ambos son westerns, ambos son crepusculares y ambos están protagonizados por maduros y solitarios cow-boys incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos. Las analogías, sin embargo, no acaban ahí. Existe otra tanto o más importante que las anteriormente citadas. Si la queréis constatar, empero, no os quedará otra opción que pasaros por el spoiler.

De todas maneras, no todo iban a ser paralelismos, claro. Para empezar, la peli de Peckinpah se desarrolla a principios del s. XX, mientras que la de Miller transcurre -ojito al dato- en 1962. Y quizás por ello, ese triste y conmovedor halo crepuscular que tanto ha dado que hablar en la filmografía de Peckinpah -y, en concreto, en “La balada de Cable Hogue”- se materializa, en “Los valientes andan solos”, en la tangible y obstinada lucha de Jack Burns (Kirk Douglas) por seguir manteniendo un “modus vivendi” absolutamente anacrónico. Una lucha menos lírica y más vigorosa que la de Cable Hogue (Jason Robbards) que repercute, lógicamente, en las respectivas interpretaciones de ambos actores.

Así pues, mientras Burns responde al clásico estereotipo de “out-law” simpaticote y algo tunante con el que tan idóneamente encaja Kirk Douglas, Hogue simboliza con idéntica eficacia a ese entrañable prototipo de loco adorable que tan bien se le ha dado siempre, asimismo, a Jason Robbards. Y aunque os aseguro que no sabría por cual de ellos decantarme, lo que sí tengo claro es que -puestos a escoger- la poética de Peckinpah me fascina un poquitín más que ese extraordinario alegato en pos de la libertad y la naturaleza perpetrado por Douglas, Miller & Trumbo.

No me gustaría, sin embargo, dar por terminada esta reseña sin antes pasarme por el spoiler y poder así hacer referencia a esa última coincidencia que mencionaba en el primer párrafo: el final.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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