Siempre he dicho que, más que hacer literatura, Dan Brown publica guiones de película en forma de libro y que él es plenamente consciente y nunca ha pretendido otra cosa. Yo reconozco que me lo paso bien leyendo lo que escribe, que son obras que se leen rápido y fácil, exóticas, bien explicadas, sin grandes complicaciones, muchas veces previsibles, pero cumplen con el principal objetivo: son MUY entretenidas. Por esa razón me rechina por igual la gente que mira por encima del hombro a sus seguidores como la gente que se siente experta en algo por leer “El Código Da Vinci” o “Ángeles y Demonios”.

“Infierno”, el libro, repite la fórmula de los éxitos anteriores: una gymkana de enigmas con base histórica facilona, nivel Wikipedia, donde cada pista conduce a otra pista, generalmente en otra ciudad o país. Capítulos cortos, lenguaje coloquial, ubicaciones turísticas fácilmente identificables y giros, muchos giros, muchos evidentes, algunos burdos y algún que otro golpe afortunado, como ese final, para mi gusto, magistral por lo sorprendente y atrevido. También es marca de la casa el recorrer medio continente, no veo nada incorrecto en transformar la típica trama que consiste en ir de A a B en la misma trama que, entre medias, recorre C, D, E y F.

“Infierno”, la película, tampoco altera demasiado la receta: gran despliegue en fotografía para sacar lo mejor de cada ubicación archiconocida, Tom Hanks muy creíble, Felicity Jones ofreciendo algo de expresividad por primera vez en cinco películas, música de Hans Zimmer, Ron Howard llevando a la pantalla el ritmazo endiablado del libro… y, por primera vez, se altera significativamente ese final para hacerlo más comercial entre el público. El resultado es una obra tan agradable y fácil de ver como lo era el libro. ¿Personajes arquetípicos de cartón piedra? Pues sí, ¿y? No siempre meter psicología a los personajes aporta algo bueno¿Trama inverosímil? Pues también. Habrá quien le guste el cine claustrofóbico ambientado en una habitación, una casa, una ciudad o un país… pero ¿qué tiene de malo que la película recorra ocho ciudades y tres países en dos horas de metraje? Aparte de que resulta más entretenido, nada de nada. La trama no es más ficticia por ello... y muchas ciudades le agradecen que ponga en valor sus tesoros culturales y que mucha gente se gane la vida con circuitos que recorren las ubicaciones de los libreos.

Quien conciba el cine como intimismo, drama y sufrimiento se puede llevar un infarto con esta película. Por mi parte, deseando más adaptaciones de las peripecias de Robert Langdon.