Abrir el telón y sacar, como quien no quiere la cosa, a Matt Dillon, Laurence Fishburn, Jean Reno y dos tíos que salían en “Prison Break” es despertar unas expectativas más allá de la típica película de relleno para pasar el rato, expectativas que, aunque se mantienen en una introducción interesante, desgraciadamente no se ven confirmadas por un nudo plagado de tópicos y un desparrame final que firmaría el mismísimo Chuck Norris.

El carisma que despiertan las ya comentadas caras conocidas junto a una correcta introducción a los personajes parecía prometer una película de acción que, sin ser una superproducción de presupuesto mareante, sí podría sacar partido de una profesión de riesgo, la de segureta, en la que a la mínima hay que tirar de pistola. En esa correcta introducción, los personajes se construyen con notable profesionalidad y no se entiende qué pudo haber ocurrido para que el desarrollo caiga en la habitual sarta de tópicos en la que se pretende que nada sea lo que parece, pero todo termina siendo lo mismo (en realidad termina siendo exactamente lo que parece, o sea que se podían haber ahorrado tanto giro). Y lo peor estaba por llegar, con un decepcionante desenlace marcado por el exceso y la fantasmada.

Poco suspense, poca intriga, poca credibilidad y mucho chasco por lo que podía haber dado de sí esta película. Aburrimiento absoluto.