Lo bueno de las comedias inglesas es que no se pasa vergüenza ajena con sus chistes o sus gags (siempre que no aparezca el estomagante Mr. Bean) y lo malo que es muy raro partirse de risa con ellas (especialmente cuando aparece el estomagante Mr. Bean). Suelen resultar películas ingeniosas y muy profesionales que se conforman con provocar una sonrisa, pero ésta no es una más de ellas: tiene algún punto desagradable y, a cambio, hay momentos que se ganan la carcajada.

Es simpática, va de menos a más y se merece una oportunidad. El que quiera entender el títilo de la crítica, que se vea la película.