Pasará a la historia como una de las películas con más premios Goya, pero no nos engañemos, ninguno en categorías principales. De las trece nominaciones, triunfó en diez de los tropecientos aspectos que considera la Academia del Cine Español y que le permite contentar cada año a casi cualquier producción nacional haciendo que muy pocas se vayan de vacío. Siempre se ha dicho que las votaciones de los Goya son lo apropiadamente secretas y opacas como para permitir que el voto se concentre según intereses comerciales, políticos o autonómicos y más de uno y más de dos de los premios de “Handía” son bastante discutibles, pero al tratarse de categorías de poco lustre como actor revelación o música original permitieron a esta producción vascuence tener su momento de gloria sin que nadie se lo cuestionara demasiado.

Si tuviera que resumir la cinta con una simplificación generalista diría que “Handía” cuenta una historia interesante pero está pésimamente ejecutada. Bueno, a lo mejor decir ‘pésimamente’ es pasarse, pero las interpretaciones oscilan entre lo acartonado y el amateurismo. El trasfondo histórico Carlista esta tratado con rigor de Wikipedia. Que el gigante ganara el Goya a mejor actor revelación sólo significa eso, que el mejor actor debutante estaba en esa película, no que fuera bueno. Lo mismo pasa con los premio a unos efectos especiales que básicamente consisten en poner zancos y ropa ancha al protagonista. En lo de mejor sonido y mejor música original no entro, porque ninguna pelícua española tiene elementos sonoros dignos de mención, así que son premios que se conceden por afinidad. Lo de mejor diseño de vestuario es particularmente sangrante porque los uniformes y vestimentas son categoría ‘todo a un euro’ que se ve a la legua que son manufacturados y teñidos con técnicas modernas y le dan a la producción un aire de función de fin de curso en un colegio.

En cuanto a sus puntos fuertes, la fotografía en las tierras del norte se hace sola y es un premio merecido. El guion en cambio es enormemente irregular, combinando una historia digna de ser contada con unas escenas diseñadas de una manera elemental y simple, sin apenas cohesión entre ellas, separadas con toscos fundidos a negro y con diálogos de telenovela. Un montaje más que decente (merecido premio) se las ve y se las desea para contar una historia con ese material.

Sobrevalorada. Enseña la lección de que no hay que dejarse deslumbrar por los premios sin pararse a analizar qué hay detrás. Especialmente en los Goya y especialmente en producciones de comunidades con lengua propia y consejerías de cultura de mucho peso.