Digan lo que digan en los programas de autoayuda y en las películas Disney, no todo el mundo vale para cualquier cosa. Sin ir más lejos, a mí se me da fatal cantar, dibujar caballos o imitar a Gracita Morales; en serio, cuando la imito me sale un gargajo de vergüenza ajena y mis dibujos de caballos son del estilo de las cuevas de Altamira. A Gerard Butler le pasa un poco lo mismo con la comedia, él es un tío duro, de acción, capaz de poner miradas duras o de sufrimiento o de venganza y convencernos de que morirá antes que permitir que Jerjes atraviese las Termópilas, que recuperará la Casa Blanca tras un ataque terrorista o que le pondrá las cosas difíciles a Lara Croft.

Pero no se pueden pedir peras al olmo, ni sacar de donde no hay, ni pedir que Butler haga chistes o que participe en sketches, su lenguaje corporal indica siempre tensión, desconfianza, como que no se fía de que la escena acabe simplemente con un tartazo en su cara y espera que en cualquier momento un disparo le obligue a echarse cuerpo a tierra. No es un actor de comedia (salvo que sea un humor negro que le deje repartir cera como en “Movie 43”) y mucho menos de comedia romántica y mucho menos de protagonista de comedia romántica (quizás le hubiese ido mejor como tipo duro secundario…). Nada que reprochar, cada uno es lo que es, pero para chistes sin gracia ya tengo a mi jefe.

“Un buen partido” se basa fundamentalmente en el tirón comercial de Butler y avanza con ese déficit cómico toda su hora y media de metraje, que se hace eterna como cualquier comedia sin gracia. Por más que la guapísima Jessica Biel, la monísima Catherine Z Jones, la conservadísima Uma Thurman y el profesionalísimo Dennis Quaid intentan hacer que Butler se relaje y se integre, no lo consiguen y la posible comedia romántica se queda en un cascarón vacío, en la anodina e inverosímil historia archirrepetida de un hombre peleando por recuperar el amor de su exmujer e hijo en el cada secuencia está tan hueca como escuchar la letra de una canción sin su música.

Insulsa. Tiene casi todos los ingredientes para el éxito (un reparto de lujo y la mezcla de futbol con ñoñerías), pero ni a Butler le hacía falta esta película ni maldita la falta que a esta película le hacía Butler, como echarle ajo a un pastel.