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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
5
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21 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La piel que habito” es, en mi opinión, de las pocas películas de Almodovar en las que el cineasta manchego logra contar una historia. Irreal, bastante hortera, muy irregular y absolutamente rocambolesca, pero una historia al fin y cabo, con algo parecido a una introducción, algo parecido a uno o varios nudos y lo que podría pasar por un desenlace. Y es que no se puede negar que Almodóvar dispone de esa sensibilidad artísitica para reconocer la belleza de un plano, el potencial de un recuerdo o el valor emocional de un momento y la competencia para plasmarlo en pantalla o el talento para juntarse de gente capaz de hacerlo. Lo que sí se puede negar, o cuando menos discutir, es la consistencia de películas que ha hecho en torno a uno o varios de los elementos anteriores, de modo que es fácil reconocer inmediatamente su firma en escenas de muchas de sus películas que han pasado a la memoria del cine español, pero que luego resulte la película es un gigantesco pufo sin sustancia construido alrededor de escenas de ese tipo.

A “La piel que habito” le pasa un poco lo contrario. Salvo la imagen del cartel promocional con Elena Amaya y su máscara ortopédica, la película carece de esas escenas icónicas que le caracterizan y todas sus cosas positiva y negativas hay que referenciarlas a la película en sí. En lo positivo, la historia es un completo delirio que se pasea permanentemente en la frontera entre el atrevimiento y el ridículo, entre la sana curiosidad y el morbo, a menudo saltando de uno a otro lado, pero en general, queda un regusto interesante de que te han contado, sorpresa tras sorpresa, algo que no has visto antes. También cumplen sin más elementos técnicos como la fotografía, el sonido o el montaje que, en otras películas de Almodóvar, jugaban papeles destacados.

En lo negativo, desgraciadamente, todo lo demás. Elementos técnicos como fotografía, sonido o montaje que en otras películas de Almodóvar han jugado papeles destacados, aquí cumplen sin más. Las interpretaciones son desastrosas, totalmente perdidas y a remolque de una historia que ni Banderas, ni Paredes, ni Amaya parecen entender o que sólo entienden a ratos, por lo que alternan momentos de consistencia cuando se enganchan a la historia con escenas de confusión cuando se pierden en algún giro. Amaya lo lleva mejor, porque su papel es menos exigente en lo gestual, pero Paredes y Banderas sufren de lo lindo y, ante la duda, terminan haciendo lo que mejor se les da: ella de Rottenmeyer amargada y él de señorito andaluz. Roberto Álamo y Jan Cornet están especialmente espantosos, el primero por una trama sin sentido incrustada como un pegote que le obliga a hacer cosas raras y el segundo por limitaciones personales. El resto del reparto tiene nombres conocidos como Barbara Lennie o Eduard Fernández y ni fú ni fá.

Pero sin duda lo peor es que, si bien la historia tiene su miga, la forma de contarla es un desastre. El cine de Almodóvar nunca se había caracterizado por su regularidad y sustancia, antes bien, solía haber una idea central, unas cuantas escenas trabajadas y todo el esfuerzo radicaba luego en buscar la forma de rellenar el tiempo para ir de un punto a otro y en confiar en que una crítica rendida a sus pies sólo tuviese palabras para lo bueno y obviase lo malo. Pues “La piel que habito” pertenece a ese momento de su carrera de Almodóvar en la que estaba de uñas con el establishment del cine español (porque se negaban a darle un Goya a todas sus películas, sólo se lo daban de vez en cuando) y, además de no ir a las galas, se dedicó a hacer películas de autohomenaje articuladas en torno a un plano especialmente bello o una frase especialmente afortunada que le terminaron alejando de su público. “La piel que habito” se basa en cuatro giros de argumento y las escenas que hay entre ellos son inconexas con transiciones atroces. Además, sólo hay diálogos (no especialmente memorables) para esos momentos álgidos y el resto de la obra está plagado de silencios incómodos

En cierto modo, “La piel que habito” es muy representativa del cine de Almodóvar de los años 2009-2013 hasta su refundación en 2016, con películas irregulares y poco trabajadas que lo apuestan todo a la impunidad de su apellido y a ciertas escenas puntuales. Es una buena idea que podría haber generado un mejor resultado de haber sido desarrollada por un equipo de trabajo como Dios manda, que puliese los defectos y rellenase los huecos con cosas sustanciosas. En lugar de eso es una cosa rara en la que se percibe a ratos la creatividad argumental.
OsitoF
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