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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
6
Comedia. Romance Las alarmas de Koldo (Karra Elejalde) se encienden cuando se entera de que su hija Amaia (Clara Lago), tras romper con Rafa (Dani Rovira), se ha enamorado de un catalán (Berto Romero). Decide entonces poner rumbo a Sevilla para convencer a Rafa de que lo acompañe a Cataluña para rescatar a Amaia de los brazos del joven y de su ambiente. Secuela de "Ocho apellidos vascos". (FILMAFFINITY)

5 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Ocho apellidos vascos” es, con independencia de su calidad real o de las opiniones de cada uno, historia del cine español. En su día fue la comedia del momento, todos sus protagonistas experimentaron un sonoro empuje a sus cachés y sus gags más representativos corrían de boca en boca de una manera que podríamos calificar, usando terminología actual, viral. Ya en su día comenté que, siendo entretenida y con momentos indiscutiblemente divertidos, en líneas generales me parecía sobrevalorada y algo frívola con temas muy serios, pero el hecho de que se fuese a rodar una segunda parte ni cotizaba en las casas de apuestas.

Y tan previsible como la ejecución de una segunda parte fue su título y su marco geográfico. Cualquier otra cosa que no fuese “Ocho apellidos catalanes/gallegos/andaluces” hubiera sido una sorpresa mayúscula propia de productores con escrúpulos morales o artísticos de los que, claramente, no nos sobran en España. Un desafío en apostar por la calidad rompiendo lazos con el pasado demasiado arriesgado para unos directivos muy pendientes de recuperar la inversión. La vía andaluza no era viable por la ausencia de unos apellidos específicamente sureños con los que hacer el juego argumental que necesitaba la película, lo mismo que la gallega, carente de una idiosincrasia despectiva hacia el resto del territorio nacional. Así que no fue difícil adivinar que la secuela de los apellidos vascos iría en la dirección de repetir el esquema en la comunidad autónoma catalana.

Lo que ya era más difícil de predecir es la poca frescura con la que se rodó esta secuela, que peca de prisas por querer explotar el éxito de la entrega original y de querer exprimir cada gramo de sinergia con un infundado miedo a que la gente se olvidase de que “Ocho apellidos vascos” gustó mucho. Así que en los apenas doce meses entre el estreno de una y de otra, a los guionistas solo se les ocurre fingir una boda en una ficticia república catalana para añadir chistes políticos a los esperables chistes de catalanes agarrados… en lo que termina siendo la parte más inspirada de la historia. El inicio, que debería servir para enlazar las dos entregas, está resuelto en cuatro líneas con la misma lírica que una piedra y el final no se preocupa de dejar un buen sabor de boca cómico, sino simplemente de cerrar la historia al gusto de la mayoría. Entre medias, pocos enredos, escasa gracia y empacho de un Dani Rovira del que alguien pensó que su sola presencia en escena era sinónimo de risas.
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Todo lo que se suele decir de las segundas partes es aplicable. “Ocho apellidos vascos” no era una gran película en el plano técnico, pero supo encontrar la manera de hacer reír. “Ocho apellidos catalanes” parece mejor película, mejor estructurada, más ritmo… pero se olvida de que conviene que el espectador lo pase bien y no se aburra. Y no, escuchar a Rovira sacar punta a todo no cuenta como pasarlo bien. Tiene momentos divertidos, pero muy esporádicos y ajenos a la estructura general, más por competencia de algún actor de reflejos rápidos que por la historia en sí.
OsitoF
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