Vale que el virus sólo se centre en individuos totalmente sanos y vale que éste tan sólo quiera propagarse a través de un único mordisco -dejando de lado la romántica forma de alimentarse de cerebros de los vivos- corriendo más que un Ussain Bolt con cagalera. Pero el accidente de avión... o que le entre en la boca o mucosas y no se infecte... Y por supuesto, la incasable unión clichés de películas. Ahora el mérito se lo doy al concepto de camuflage y el que todo un planeta de seres vivos tenga que enfermar casi de forma terminal para despistar a un zombi con el superman del virus de la rabia. Pero que no, que no son zombis. Me niego rotundamente a llamarlos así.

Y las bicicletas chirriantes, dónde las dejamos. Quizás en el mismo sitio que la puerta chirriante del laboratorio de la OMS. Las bicis no y la puerta sí. La puerta, al chirriar mientras se abre, es capaz de llamar la atención de los zombies y el constante chirrío del pedaleo de 20 bicis no. Venga hombre.

Mi consejo es que la veáis en formato doméstico a no ser que tengáis la tarifa plana de los 30 pavos al mes. No merece la pena gastarse más de 6 machacantes.