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Voto de Razumikhin:
7
6,3
1.478
Drama. Intriga
Adam, humilde hijo de un pescador, ingresa en la prestigiosa universidad de Al-Azhar de El Cairo, epicentro del poder del islam sunita. El día en que empiezan las clases, el Gran Imán que dirige la institución muere de repente. Sin ser consciente de ello, Adam se encuentra en medio de una lucha de poder implacable entre las élites religiosas y políticas del país. (FILMAFFINITY)
15 de abril de 2023
39 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
A nivel técnico, la película es irreprochable y cuenta con una gran fotografía, buena música, muy acertada en sus cambios modales, algunas actuaciones notables y otras (las menos) que no lo son tanto. El manejo de la cámara (con planos en su mayoría fijos, temblorosos, pero nunca feos) también es admirable. Es estéticamente muy disfrutable. Quien diga lo contrario, miente. Alá es testigo. ¡Allahu Akbar!
Fuera de bromas cáusticas innecesarias, ¿Puede haber algo de islamofobia en algunas críticas profesionales? ¿O de orgulloso y provocador ateísmo militante e hipócrita en su crítica del proselitismo ajeno? Son sospechosamente dispares las opiniones en los diferentes medios de comunicación españoles. Un truño para Prisa. Buena para ABC. En la Cope, ni la nombran. Es una película ciertamente incómoda.
¿O tenemos un problema de cultura, de ausencia generalizada de ella, más bien? Razumikhin, que fue aspirante a seminarista en otra vida, humildemente, os la explica y os la eleva hasta donde se merece estar.
Terribles amenazas más o menos agazapadas nos esperan en cada rincón de la imponente mezquita de Solimán de Estambul, lugar de rodaje alternativo prudentemente elegido para representar la madraza de Al Azhar, la prestigiosa universidad cairota de estudios islámicos, referente para el mundo musulmán Suní. Servirá de escenario sagrado y omnipresente. Estamos en la casa de Dios, y su presencia se hace notar. La temática religiosa puede aburrir soberanamente al espectador menos espiritual o proclive a meterse en el pellejo de un joven devoto y estudioso musulmán, aviso para navegantes. Para los que entramos en el juego que propone Tarik Saleh, el decorado resulta un personaje más, solemne, como la abadía benedictina medieval del norte alpino italiano lo fue para el joven Adzo en el nombre de la Rosa.
En Conspiración en el Cairo también hay asesinatos, detective carismático, infiltrados, imanes, y luchas de poder. En nombre de Alá, en este caso. Diferentes corrientes religiosas; dobles y triples lecturas, alguna bellamente cantada, del Corán. Debates teológicos apasionantes, y una fotografía del presidente de Egipto que aparece recurrentemente, para recordarnos la historia reciente de autocracias sucesivas en el país de los faraones. Para recordarnos quién manda a orillas del Nilo.
Es un thriller policíaco que cumple sobradamente como tal, pero con problemas de ritmo si sólo buscas eso. Captura, sin embargo, como en el buen cine negro, múltiples aspectos de las altas esferas políticas y religiosas de la sociedad egipcia actual, y para eso se toma su tiempo. Puede pecar de lenta en algún momento, con algunas escenas repetitivas, pero consigue dibujar una pintura tétrica de lo que significa una Teocracia, con sus pocas luces y muchas sombras, y propone una reflexión sobre el siempre peligroso engranaje Religión-Estado. “Un asesinato es mejor que una guerra civil”, se escucha en un momento de la película. Con este axioma, que me parece triste pero intuitivamente cierto, ¿Dónde quedan los límites para los poderosos?, parece preguntarnos el director. Uno se pone a pensar en la ley 0 de la robótica de Asimov. Por el “bien” de la humanidad, me permito hacer el mal. La película invita a este tipo de reflexiones. Me parece también pues, un buen drama social, con su dosis de retranca y mala leche. Más revelaciones en zona espoiler…
Fuera de bromas cáusticas innecesarias, ¿Puede haber algo de islamofobia en algunas críticas profesionales? ¿O de orgulloso y provocador ateísmo militante e hipócrita en su crítica del proselitismo ajeno? Son sospechosamente dispares las opiniones en los diferentes medios de comunicación españoles. Un truño para Prisa. Buena para ABC. En la Cope, ni la nombran. Es una película ciertamente incómoda.
¿O tenemos un problema de cultura, de ausencia generalizada de ella, más bien? Razumikhin, que fue aspirante a seminarista en otra vida, humildemente, os la explica y os la eleva hasta donde se merece estar.
Terribles amenazas más o menos agazapadas nos esperan en cada rincón de la imponente mezquita de Solimán de Estambul, lugar de rodaje alternativo prudentemente elegido para representar la madraza de Al Azhar, la prestigiosa universidad cairota de estudios islámicos, referente para el mundo musulmán Suní. Servirá de escenario sagrado y omnipresente. Estamos en la casa de Dios, y su presencia se hace notar. La temática religiosa puede aburrir soberanamente al espectador menos espiritual o proclive a meterse en el pellejo de un joven devoto y estudioso musulmán, aviso para navegantes. Para los que entramos en el juego que propone Tarik Saleh, el decorado resulta un personaje más, solemne, como la abadía benedictina medieval del norte alpino italiano lo fue para el joven Adzo en el nombre de la Rosa.
En Conspiración en el Cairo también hay asesinatos, detective carismático, infiltrados, imanes, y luchas de poder. En nombre de Alá, en este caso. Diferentes corrientes religiosas; dobles y triples lecturas, alguna bellamente cantada, del Corán. Debates teológicos apasionantes, y una fotografía del presidente de Egipto que aparece recurrentemente, para recordarnos la historia reciente de autocracias sucesivas en el país de los faraones. Para recordarnos quién manda a orillas del Nilo.
Es un thriller policíaco que cumple sobradamente como tal, pero con problemas de ritmo si sólo buscas eso. Captura, sin embargo, como en el buen cine negro, múltiples aspectos de las altas esferas políticas y religiosas de la sociedad egipcia actual, y para eso se toma su tiempo. Puede pecar de lenta en algún momento, con algunas escenas repetitivas, pero consigue dibujar una pintura tétrica de lo que significa una Teocracia, con sus pocas luces y muchas sombras, y propone una reflexión sobre el siempre peligroso engranaje Religión-Estado. “Un asesinato es mejor que una guerra civil”, se escucha en un momento de la película. Con este axioma, que me parece triste pero intuitivamente cierto, ¿Dónde quedan los límites para los poderosos?, parece preguntarnos el director. Uno se pone a pensar en la ley 0 de la robótica de Asimov. Por el “bien” de la humanidad, me permito hacer el mal. La película invita a este tipo de reflexiones. Me parece también pues, un buen drama social, con su dosis de retranca y mala leche. Más revelaciones en zona espoiler…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pero es que, además, muestra una historia universal del tránsito de la infancia a la madurez. Las aventuras a veces brutales de un niño que se hace mayor en una acelerada lección sobrevenida sobre la condición humana. La interesante historia perenne de pérdida de inocencia en el interesante contexto de una cultura particular, en el país posiblemente más mágico del mundo, y uno de los más complejos cultural, histórica y políticamente.
El proceso de aprendizaje, si se le puede llamar de alguna manera, del protagonista, es lo que más conseguido está, en mi opinión. Traducido en inglés como “Boy from heaven”, el film es una alegoría de la historia del Adán islámico. Recuerda muchísimo a la educación recibida por el ismailita Ibn Tahir, protagonista de Alamut, la obra maestra de Vladimir Bartol. A diferencia de lo que ocurre en el libro citado, no aparecen tentadoras huríes ni pecaminosos personajes femeninos. No es Eva quien nos empuja a comer del fruto del árbol prohibido. Nos valemos solos. Es este un matiz diferente de la tercera de las religiones del Libro, mejor captado en la película, en la que apenas aparecen un par de personajes femeninos y el recuerdo de una madre ausente.
Adam es hijo de un pescador viudo del pueblo costero de Marsa Alam (literalmente, mar Rojo), donde, recordemos, Moisés abrió las aguas. Se llama, además, como el primer hombre, como el primer profeta en su tradición. Lo tiene todo para sentirse (es de hecho) un elegido cuando recibe su carta de admisión de la universidad de Al Azhar, que representa su Edén particular. Allí, Adam y su bonito nombre se verán envueltos en una historia muy humana, que pondrá a prueba su fe, sus límites morales, su voluntad y su inteligencia. ¿Querías manzanas? Pues toma dos sacos. Su historia atrapa y sus tribulaciones resultan conmovedoras. Nacido de barro, tentado por el fuego. Hombre o demonio. Hay que decidir a cada paso, aunque el camino, los castigos y las recompensas estén ya trazados por Alá.
Conspiración en el Cairo tiene mucho de reflexión sobre el pecado y las tentaciones que el mundo de más acá ofrece, y la dificultad retorcida que conlleva lidiar con los más trascendentes de los asuntos, los inspirados desde el más allá. ¿Qué es Haram y qué no? ¿Cómo saberlo cuando los mensajes no son claros o sus interpretaciones interesadas directamente contradictorias? “El poder es una espada de doble filo”, se nos recuerda. ¿Debemos dar gracias a Dios, al temor a Dios más concretamente, porque las luchas por ostentarlo sean menos salvajes?, cabe preguntarse.
Adam consigue, cuanto menos, salvar el cuello y sobrevivir que, como todo el mundo sabe, es el primer paso para todo lo demás...
Al final, no sé qué lección ha aprendido exactamente cuando vuelve a su pueblo. No sé si es más cínico o simplemente más sabio. Me alegro de que vuelva a salir a pescar con su padre en un cierre circular tranquilo y hermoso. Preciosas las dos escenas de padre e hijo en la barca, con salida y puesta de sol incluidas.
Quiero creer que Adam vuelve a estar en paz con su Dios, que es, en todo caso, compasivo y misericordioso.
El proceso de aprendizaje, si se le puede llamar de alguna manera, del protagonista, es lo que más conseguido está, en mi opinión. Traducido en inglés como “Boy from heaven”, el film es una alegoría de la historia del Adán islámico. Recuerda muchísimo a la educación recibida por el ismailita Ibn Tahir, protagonista de Alamut, la obra maestra de Vladimir Bartol. A diferencia de lo que ocurre en el libro citado, no aparecen tentadoras huríes ni pecaminosos personajes femeninos. No es Eva quien nos empuja a comer del fruto del árbol prohibido. Nos valemos solos. Es este un matiz diferente de la tercera de las religiones del Libro, mejor captado en la película, en la que apenas aparecen un par de personajes femeninos y el recuerdo de una madre ausente.
Adam es hijo de un pescador viudo del pueblo costero de Marsa Alam (literalmente, mar Rojo), donde, recordemos, Moisés abrió las aguas. Se llama, además, como el primer hombre, como el primer profeta en su tradición. Lo tiene todo para sentirse (es de hecho) un elegido cuando recibe su carta de admisión de la universidad de Al Azhar, que representa su Edén particular. Allí, Adam y su bonito nombre se verán envueltos en una historia muy humana, que pondrá a prueba su fe, sus límites morales, su voluntad y su inteligencia. ¿Querías manzanas? Pues toma dos sacos. Su historia atrapa y sus tribulaciones resultan conmovedoras. Nacido de barro, tentado por el fuego. Hombre o demonio. Hay que decidir a cada paso, aunque el camino, los castigos y las recompensas estén ya trazados por Alá.
Conspiración en el Cairo tiene mucho de reflexión sobre el pecado y las tentaciones que el mundo de más acá ofrece, y la dificultad retorcida que conlleva lidiar con los más trascendentes de los asuntos, los inspirados desde el más allá. ¿Qué es Haram y qué no? ¿Cómo saberlo cuando los mensajes no son claros o sus interpretaciones interesadas directamente contradictorias? “El poder es una espada de doble filo”, se nos recuerda. ¿Debemos dar gracias a Dios, al temor a Dios más concretamente, porque las luchas por ostentarlo sean menos salvajes?, cabe preguntarse.
Adam consigue, cuanto menos, salvar el cuello y sobrevivir que, como todo el mundo sabe, es el primer paso para todo lo demás...
Al final, no sé qué lección ha aprendido exactamente cuando vuelve a su pueblo. No sé si es más cínico o simplemente más sabio. Me alegro de que vuelva a salir a pescar con su padre en un cierre circular tranquilo y hermoso. Preciosas las dos escenas de padre e hijo en la barca, con salida y puesta de sol incluidas.
Quiero creer que Adam vuelve a estar en paz con su Dios, que es, en todo caso, compasivo y misericordioso.