He aquí una película ambiciosa, demasiado, que se extravía en África y se reencuentra demasiado tarde. Simon Pegg, un crack donde los haya, es un psiquiatra que, cansado de no procurar la felicidad a sus pacientes, emprende un viaje alrededor del mundo con el fin de aprender la fórmula de la felicidad. Esto da pie a unos cuantos gags divertidos y a situaciones más dramáticas, que no acaban de combinar del todo bien por culpa de un guión irregular. El episodio africano es inverosímil (Pegg habría acabado muerto de un disparo a los pocos segundos de iniciarse), la relación con la hermosa china está forzada, y el reencuentro con su antiguo amor (platónico) es decepcionante. Sin duda, Héctor es el peor psiquiatra del mundo, uno más de esos tarados que cursan la carrera con la esperanza de mejorarse a sí mismos y acaban jodiendo a sus pacientes, con perdón. Como cuento de hadas es moderadamente optimista, incluso almibarado, y el desfile de estrellas anima la función: Jean Reno haciendo sus travesuras habituales, Rosamund Pike y Toni Collette infrautilizadas, y Christopher Plummer muy divertido en su papel de científico del TBO. En suma, fallida pero visible.