Verano de 1983, norte de Italia. El estallido de la naturaleza, calor, poca ropa, el roce de los cuerpos. Elio tiene diecisiete años, vive con unos padres cultos y tolerantes, flirtea con una amiga, siente el sexo a flor de piel. Y en eso que aparece un invitado en la villa, Oliver, estadounidense, 24 años, con novia en su país... y algo florece entre los dos, algo tan potente que derribará todas sus (débiles) barreras. Luca Guadagnino y James Ivory (el ganador de un Oscar más anciano de la historia: contaba 89 años cuando se alzó con la estatuilla al mejor guión adaptado por esta película), homosexuales confesos, trazan una historia sencilla con estos mimbres tan tópicos, una historia tierna pero firme, que muestra sin tapujos el poder del deseo, los titubeos, las dudas, la dulce inquietud del amor desencadenado. Y lo hacen sin caer en el fácil elogio del amor diferente, del amor que desafía las normas de una sociedad encorsetada. Los personajes son creíbles, sobre todo el del joven Elio, muy bien llevado por Timothée Chalamet, cuya gran oportunidad llegará con su encarnación de Paul Atreides en el nuevo Dune. Pero para eso habrá que esperar. Su interpretación en Call Me by Your Name está cargada de matices, respira en la pantalla, se agiganta a cada minuto que pasa. He de manifestar mi emoción por una escena, ya al final de la película: la conversación de Elio con su padre. Un canto a la tolerancia, a la comprensión, al amor paternofilial entendido en su sentido más amplio. No puedo contar más. El final queda abierto, y se conoce que Guadagnino filmará la secuela próximamente. Un movimiento arriesgado, pero que esperamos con ansia.