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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
8
Thriller. Drama Mildred Hayes (Frances McDormand), una mujer de 50 años cuya hija adolescente ha sido violada y asesinada, decide iniciar por su cuenta una guerra contra la Policía de su pueblo, Ebbing, al considerar que no hacen lo suficiente para resolver el caso y que se haga justicia. Su primer paso será contratar unas vallas publicitarias denunciando la situación y señalando al jefe de policía, William Willoughby (Woody Harrelson), como ... [+]
16 de febrero de 2018
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martin McDonagh es un tipo listo: no tiene prisa. Irrumpió como un ciclón con la excelente Escondidos en Brujas, donde osaba emparejar a Colin Farrell con Brendan Gleeson. Al cabo de cuatro años, entregó Siete psicópatas, un ejercicio al estilo Tarantino que no funcionó. Y ahora, cinco años después, se sumerge en Misuri y realiza su mejor obra hasta el momento.
Todo el mundo conoce ya la premisa: una mujer de un poblacho trumpiano, después de un año de esperar nueva información sobre el asesinato y violación de su hija adolescente, alquila tres vallas publicitarias para "animar" a la policía a actuar. No sólo los agentes de la ley, sino todo el pueblo se pondrá en su contra. Estamos en una de las zonas más reaccionarias de los reaccionarios Estados Unidos. El sheriff es un buen hombre, pero le queda poco de vida (no es spoiler, muy pronto se desvela su mal), su ayudante es un supremacista blanco con graves problemas mentales (y una madre que da miedo en cuanto la ves), y los habitantes del lugar una pandilla de patanes. Cuando uno está pensando en huir del cine, harto de la América profunda, se empiezan a producir giros sorprendentes en la trama que te clavan a la butaca. Porque McDonagh tiene la habilidad de convertir a sus monstruosas criaturas en seres humanos, seres con sentimientos, seres abrumados por el peso de la vida y la sinrazón de la muerte. Y le echa humor. En los peores momentos (véase la escena del hospital, no puedo decir más), el velo de la tragedia se rasga y aparece un soplo de humorismo que calma las heridas. Y también deja paso a la ternura cuando menos te lo esperas (La escena del ciervo). La cámara, siempre pegada a los personajes, recrea primorosamente el espantoso pueblucho, los hermosos alrededores transitados por los colores del otoño, esas casas prefabricadas horrorosas que tanto les deben recordar a los pioneros. Una inspirada banda sonora de Carter Burwell (este tipo me gusta cada día más), en la que intercala canciones, mayoritariamente country aunque no todas, adecuadas a las situaciones que estamos presenciando, arropa la historia sin hacerse oír demasiado. Y el reparto... Frances McDormand, con sus andares a lo John Wayne, domina la función con autoridad desde la primera escena. Oscar seguro este año. Woody Harrelson, en su breve aparición, demuestra que cada día está más maduro y seguro de sí mismo.
And the winner is... Sam Rockwell. Lo odias desde el primer fotograma en que le ves. Palurdo, racista, sexista, alcohólico, edípico... Todo el lote. Una lección de interpretación que te deja estupefacto. Quiero que le den el Oscar, caramba, pese a que ya sabemos que esas cosas funcionan de otro modo. En suma, una película para ver y disfrutar, con paciencia y entrega. Y a esperar otros cuatro o cinco años más. Enróllate, Martin.
Eduardo
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