Película típica de sábado por la tarde. Whiskito, sofasito y a descerebrarse. Como secuela, es infame, por más que cojan a dos personajes de la buena, la de Lee Thompson, y los embutan en el argumento (podrían haber sido otros cualquiera). Por otra parte, Shaw y Fox, aunque buenos actores, carecen del carisma de Peck y Niven. Harrison Ford pone cara de póker y trata de imprimir firmeza a su personaje, hasta convertirlo casi en una parodia. Mandíbulas Kiel encarna a otro bruto desaforado, Barbara Bach asoma los pechos un segundo, y Franco Nero luce su bigote y mirada demoníaca con la seguridad del que ha repetido mil veces la actuación. Hamilton dirige à a la James Bond, y se topa de narices con unos F/X que dan grima, mientras Goodwin aporta una banda sonora más ruidosa que inspirada. En conjunto, un aprobadito pelín justo, pero entreteniida en su estilo, ay, trasnochado.