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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
5
Bélico Un grupo de amigos celebran una cena que tiene un carácter anual. Pero no cuentan con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, que los separará en distintos bandos. Unos estarán en el ejército alemán, otros combaten junto a la resistencia. Acabada la guerra, sólo tres de los amigos acuden a su cita anual. (FILMAFFINITY)
18 de junio de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algún día habrá que escribir la historia de las coproducciones europeas, ansiosas de emular al cine de Hollywood, que invadieron las pantallas durante los años 60, 70 y 80. No sólo de los títulos, sino de los realizadores. Tomemos el caso de Umberto Lenzi, sin ir más lejos. Este hombre dirigió (o asín) 65 películas desde 1958 a 1992. Hizo de todo: aventuras, gialli, westerns, eróticas, bélicas, ciencia ficción, zombies, thrillers... Lo que le pidieran. Con mayor o menor fortuna. Con mayor o menor presupuesto. Con más o menos desnudos. Era como una apisonadora. Un obrero del cine, podríamos decir.
Los grandes blockbusters bélicos de Hollywood se rodaron en los 60, con piezas rotundas como El día más largo, Los cañones de Navarone, La gran evasión, Doce del patíbulo, Los héroes de Telemark... Y más que me olvido. De repente, a finales de los 70, las fuerzas combinadas de Italia, Francia, España y la RFA echaron la vista atrás y descubrieron un filón. Se dedicaron a rehacer esos enormes éxitos, dentro de sus humildes posibilidades. De Dunkerque a la victoria cuenta con un presupuesto más holgado, lo cual le permite contratar a una serie de estrellas en decadencia que Hollywood había expulsado a Europa para que se buscaran la vida. El reparto impresiona: George Peppard, veterano de mil batallas; George Hamilton, en un papel de militar francés, que parece recién salido de un baile de disfraces; Horst Buchholz, lejanos los días de Los siete magníficos y Uno, dos ,tres; Jean-Pierre Cassel, siempre elegante y muy galo. Las chicas son sofisticadas: Capucine, con sus ojos leoninos, nada convincente, y Anny Duperey, que aquí no tiene escena de desnudo, qué le vamos a hacer. Sam Wanaker se los merienda a todos, Howard Vernon encarna a un sádico oficial nazi, una de sus perversiones favoritas, y hasta sale un Lambert Wilson tan jovencito que dan ganas de darle un caramelo... Pone la fotografía el hoy internacional José Luis Alcaine, y la banda sonora viene firmada por Riz Ortolani, que alterna momentos líricos con grandes algaradas bélicas. La historia es manida, la realización correcta, el ritmo pautado, imposible darle un suspenso, se nota el esfuerzo de todos por dar el do de pecho.
Por supuesto, no aporta nada. Son esas películas que uno se merienda entre dos serias para desintoxicarse un poco de tanto dolor y tanta miseria. No es moco de pavo. Gracias a la 2 por sus emisiones matinales..
Eduardo
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