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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Drama Australia, 1926. Un bote encalla en una isla remota y a su encuentro acuden el farero Tom Sherbourne y su joven esposa Isabel. En el interior del bote yacen un hombre muerto y un bebé que llora con desesperación. Tom e Isabel adoptan al niño y deciden criarlo sin informar a las autoridades. Todo se complica cuando descubren que la madre biológica del bebé está viva. (FILMAFFINITY)
10 de diciembre de 2016
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La mirada de Tom Sherbourne nos confronta desde el primer plano.
Notamos que parece particularmente vacía, particularmente desinteresada, particularmente distante. El perfecto complemento al aislamiento que busca con indolente calma, quizás huyendo de los horrores de una guerra que nunca le abandonaron realmente, o tal vez alejándose de esas personas que ahora le rodean con vacíos formalismos administrativos, de esas que hablan mucho y aportan poco.
A la historia le basta solo el plano a sus ojos para retratarnos un hombre roto, que cree haber vivido más de lo que puede soportar, y decide convertirlo en el faro de este particular laberinto emocional: cada vez que dudemos, bastará con fijarse bien en sus gestos; como en ese deje desesperado que se le nota al enfrentarse a la perspectiva de una existencia solitaria.

Claro que nunca puede uno aislarse del todo.
El amor llama a la puerta de Tom, en forma de muchacha de rasgos delicados y dulces, Isabel, inaguantable tentación para el hombre encallecido en que se ha acabado convirtiendo. Puede ser que llegue a funcionar, con ella, con las confesiones a media voz escritas en cartas intercambiadas durante todo un verano. Puede ser que, desafiando toda expectativa, Tom se permita sentir algo otra vez.
'La Luz entre Océanos' se abre así como un romance de inevitable sabor clásico, tan típico que asusta, tan blanco que apenas llega, pero cuenta con unos voluntariosos Michael Fassbender y Alicia Vikander defendiéndolo hasta que llegue el momento adecuado.

Ese "amor puro" no basta.
Más tarde quiere asumir compromisos, estrechar lazos, como si necesitara de pasar infaltables pruebas para un compromiso verdadero: aparece la esperanza/miedo de un recién nacido, pero la mirada de Tom permanece imperturbable. Esto va a funcionar porque él también lo cree así, no puede ser de otra manera.
Pero sí puede ser de otra manera, puede tomar el camino doloroso.
Una vez.
Y otra.
Por mucho que la isla del faro parezca un edén perfecto desde el que los dos amantes podían ser sus propios Adán y Eva, la mirada de Tom comienza a flaquear. Su mezcla de desesperación y desamparo nos llega porque hasta ese momento hemos confiado en él, y no parece más seguro que nosotros.
Quizá el error estaba en unir a un hombre con lo peor de la vida ya pasado, con una jovencita que apenas comprende el significado del sufrimiento y la pérdida. El abismo es insalvable, por mucho amor que haya de por medio, porque uno comprende que la esperanza puede no aparecer, y la otra no concibe semejante injusticia.

Será entonces, cuando se encuentren su salvación en forma de bote a la deriva, con una niña que llora en los brazos de un hombre muerto. Nadie sabe nada de él, es solo una barca, la niña solo nos tiene a nosotros, todas esas decisiones pasan en un suspiro de dudas y lágrimas.
Y la mirada de Tom cambia: se parece cada vez más a esas cuencas vacías que hemos adivinado al principio, tratando de buscar una salida a otro infierno, no uno de rifles y soldados, sino uno de emociones y responsabilidades. Decide entonces que si pudo pasar el primero, por qué no el segundo.

En su esencia, 'La Luz entre los Océanos' habla del amor, no como término absoluto, sino como verdadera emoción capaz de arrastrar lo que somos.
Absolutamente todo lo que hacen Tom, Isabel y cada personaje que se cruza con ellos es por aprecio, con toda su buena intención, pero esas mismas decisiones les llevarán por un camino difícil, lleno de pasos en falso y cariños no correspondidos en una época todavía demasiado intolerante para perdonar los errores del corazón. Sin embargo cada uno de ellos se crece y elige amar pese a todo, sin atisbo de duda, sin posibilidad de vuelta atrás, manteniendo la luz de un faro que no se sabe si alguien verá.

Por todo eso, lo mejor es su final, lleno de calma sobre heridas ya cicatrizadas, que en su día ardían horriblemente, como no podía ser de otra manera.
Porque el amor, cuando se quiere de verdad, rompe, rasga, desgasta y envejece.
Pero nunca ahoga. ¿Cómo podría?

Tom acaba por comprender esto. Y todo lo necesario, de nuevo, está en su mirada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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