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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Fantástico. Comedia Manhattan, Nueva York. Después de casi treinta años sin saber de ellos, los fantasmas y demonios se han vuelto a escapar de los infiernos para destruir la ciudad. Esta vez un nuevo equipo de Cazafantasmas, formado por un grupo de cuatro mujeres, está dispuesto a terminar con cualquier amenaza espectral.
2 de septiembre de 2016
24 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta curiosa (e irónica) la corriente de odio a la que se ha enfrentado este reinicio de 'Cazafantasmas', teniendo en cuenta su principal punto argumental.
La cuestión es esta: si un fantasma se te apareciera delante de tus ojos (no un espectro malrollero, no una sombra agazapada en la oscuridad), tú te reirías en su cara. O en todo caso te quedarías con cara de póker diciendo "qué buenos efectos" y preguntando alrededor dónde está la cámara oculta.
El fantasma, como figura, ha perdido todo su potencial asustador en una época autoconsciente y totalmente descreída, que prefiere reírse estúpidamente de cualquier teoría loca tirada totalmente en serio antes que preguntarse "oye, ¿y si tienen razón?". O en todo caso, se harían un selfie con el fantasma y a otra cosa.

'Cazafantasmas', versión 2016, encapsula precisamente ese sentimiento general.
Erin, Abby y Jillian son tres científicas que malviven en los laboratorios y aulas de sus respectivas universidades, ridiculizadas por la fama de un libro sobre fantasmas que las dos primeras escribieron, aparte de ninguneadas por sus propios superiores, que las consideran poco menos que rarezas de feria.
Hay un cierto cariño inherente que se transmite en estos primeros momentos, por los locos que lanzan sus teorías al aire y por muy descabelladas que sean se dejan la piel en probarlas, todo lo contrario que el resto de una sociedad inmadura y torpe que al lidiar con cualquier tipo de proposición por algo nuevo prefiere enterrarlo bajo la alfombra para dedicar sus recursos a cosas más productivas, como tocarse el ombligo.

De hecho, la misma propia película parece ser consciente de su mala aceptación, y decide echar el resto: chistes disparados a nivel metralleta, a cinco por segundo, sin dar un respiro para que sus protagonistas nos importen.
Casi se diría que sus creadores se esfuerzan por probar algo, que pueden estar a la altura del legado de los poderosos Cazafantasmas, cuando la verdad es que eligen un mal camino para hacerlo, provocando antes la sonrisa de incredulidad que de complicidad.
Afortunadamente, es un mal menor, porque poco a poco las aguas se calman y las tres científicas pasan a importarnos más por su condición de bichos raros enfrentadas a la ineptitud general que porque nos hagan excesiva gracia. Sobre todo, quizás ayude un fantástico Chris Hemsworth en la piel de Kevin, que se roba de calle cualquier escena en la que esté implicado, porque es la viva imagen de la despreocupación y el pasarlo bien, todo lo contrario a las demás actrices que parecen en el fondo algo rígidas por no decepcionar un legado (aunque Jillian, otra asombrosa Kate McKinnon, no tiene este problema a medida que pasan los minutos).

Probablemente sea ese mismo legado, endiosado hasta niveles absurdos, un problema para mucha gente: ¿recuperar a los Cazafantasmas en pleno siglo ventiuno, una propiedad tan hija de su tiempo como familiar para mucha gente?
La historia no oculta esto, su condición de artefacto ranciete. Los monos guays de trabajo ahora parecen trajes de basurero. Los fantasmas fosforescentes no asustan a nadie. Y hasta el omnipresente youtube no se deja atrás, como una señal inequívoca de que lo hemos visto todo, sin sorprendernos de nada.
¿Nos está diciendo esta nueva versión que somos más cínicos y no disfrutamos de la irónica ingenuidad que destila algo tan disparatado como unas currantas haciéndose cargo de la actividad fantasmal?

Sería una pena no disfrutarlo, porque la mítica canción sigue ahí, el buen rollo también y hasta la dinámica entre cuatro bichos raros se vuelve simpática. No solo eso, sino que encima hay renovación de las armas del equipo y los fantasmas pueden, por primera vez, darse el lujo de ser algo escalofriantes (privilegios del nuevo siglo).
Erin, Abby, Jillian y la nueva recluta Patty luchan contra todos, contra el ciudadano medio que piensa que son unas frikis, contra el comentarista de internet que opina que todo es montaje, contra un alcalde que le gusta más posar para la galería que aceptar la catástrofe y hasta con los prejuicios derivados de que ahora lleven el famoso emblema del fantasma prohibido.
Y la verdad es que se han ganado ese emblema con creces, porque se puede ver que con todo ese rechazo siguen siendo las marginadas que ya eran sus predecesores. No por ello van a dejar de aparecer cuándo te preguntes que a quién vas a llamar.

El clímax final es puro disfrute: espectros de todos los tamaños, formas y colores, en medio de una inmensa fiesta en Times Square, donde se mezclan sin pudor lo cómico y lo espeluznante.
De nuevo ambos conceptos parecen complementarse, y solo las Cazafantasmas parecen tener esa virtud, algo que es más difícil de lo que parece. Que la lucha contra el plano fantasmagórico sea una fiesta de luces es mérito indiscutible de ellas, vaya.

Chistes rancios aparte, aquí se ven ganas, y respeto de sobra por los precedentes (incluso diría que demasiado respeto, como si fuera necesario pedir permiso a cada uno de los tótems primordiales de la saga).
Y quizá no todo su humor sea brillante, hijo de la presión popular, pero desde luego se guarda acertadas pullitas contra el embobamiento popular, la política hipócrita de un alcalde ignorante y hasta el egoísmo de ciertos iconos que no han permitido que todo este mundillo haya vuelto antes. Ahí es nada.

Llamarlas para que atrapen los fantasmas de nuevo parecía fácil.
Pero que te dejen con la misma, exacta sensación de haber pasado un buen rato es para celebrarse.
Charles
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