Igual soy yo, pero varias semi-secuelas tardías y recuperaciones de sagas me han predispuesto mal: si hay algo aquí del original, me creo que sea por casualidad.
Hay que volver a contar las historias de siempre, no tiene sentido encerrar una esencia en un solo público y que nadie la pueda disfrutar... pero, si se pierde lo que había de especial, ¿cuál es la necesidad?

'Jumanji: Bienvenidos a la Jungla' es el peor tipo de secuela que te puedas echar en cara.
No ya porque su desproporcionada aventura no tenga nada que ver con el temor primario a salvajes criaturas, tampoco porque los años han pasado y otras nuevas caras se han acoplado.
Sino porque concibe la reverencia a la original como una suerte de chiste privado: desperdiga ciertas referencias y reescribe todo lo que ha pasado, que a nadie le importa, y mucho menos va a pedir su regreso.

Error: crear una historia "original" y estamparle una marca siempre va a ser peor que una continuación penosa, pero que por lo menos se ha preocupado de guardar cierto parecido.
Aquí ese respeto salta por la ventana desde el mismo momento en que Jumanji muta en videojuego (porque, al parecer, "¿quién juega a juegos de mesa?") y no hay terroríficas anticipaciones de una partida, sólo un "gameplay" cerrado del que, encima, no tenemos el mando.
Bravo, por quitar la emoción de lo que va pasando, y encima echar un escupitajo sutil al misterio de una jungla que nunca sabías cómo saldría.

La coña del "estamos en un videojuego" dura poco, más o menos hasta que, en vez de ser una dificultad, se usa como excusa de un guionista vago que no sabe conectar situaciones ni tampoco narrar unos mínimos (jaja, qué gracia, una cinemática de repente, así además nos quitas exponer contexto, mira qué bien).
Aparte, se juega con los tópicos aventureros, con el cachas fuertote y la buenorra en shorts, pero entre esos estereotipos asoma una moraleja algo despreciable: tía, sueltate el pelo y sé una zorra, que con eso superarás cualquier dificultad, y tío, con tu pasión arrolladora las harás babear, y tus puños les machacarán.
En un último pensamiento de abuelo cebolleta, diré que Alan Parrish en la original aprendía a tener que ser el padre de dos niños huérfanos, y con eso se reconciliaba con su propio padre que nunca se lo puso fácil; no sé, igual se pueden meter mensajitos que no sean pura porquería.

Cuando esta historia intenta usar la jungla como aquella, de crecimiento personal para unos inadaptados que se sienten inseguros, sólo consigue el efecto contrario: The Rock lo intenta, pero impersonar un adolescente en cuerpo de adulto era un poder que sólo tenía Robin Williams.
Así las cosas, el inicio y el final parecen pegotes de otra historia más interesante, una que habría merecido la pena si no fuera porque en medio nos hemos ido a jugar con cuatro desconocidos a la selva.

Sólo que antes, el juego tenía verdadero peligro, metas que nadie sabía si se iban a lograr y un perverso sentido de la oportunidad.
Ahora parece más bien un paseito donde hay un villano por defecto (ni hablar del cazador en la selva oscura que te hacía sentir criatura), varias vidas que permiten repetir la jugada destruyendo la sensación de peligro, y muchos chistes de penes según patéticos comediantes que no saben dónde están.

No sé, las formas de entretenimiento cambian con la edad.
(Suerte que me quedé en la que, años después, sigue siendo buena de verdad)