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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Musical. Comedia María y Susana son dos adolescentes rebeldes de 17 años que se encuentran en el campamento de verano cristiano "La brújula" en Segovia, al que van desde pequeñas. Ambas sienten pasión por el reggaeton y el electro-latino, pero las sorprendentes apariciones de Dios a María comenzarán a cambiar sus vidas... Adaptación cinematográfica del musical homónimo del año 2013, de gran éxito en España. (FILMAFFINITY)
13 de septiembre de 2017
61 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me llama la atención que muchos musicales modernos, jactándose de serlo, fallan en darse cuenta de qué es lo que hace a una película un musical.
Hoy en día los musicales se venden por paquetes de nostalgia, apuntando a canciones previamente conocidas que van a tener su público, y hay tanto buen ejemplo de ello como terriblemente malo.
Pocos musicales se paran a pensar que las canciones deben ser recipiente de las emociones de unos personajes, conductoras de una historia y, en última instancia, catarsis del público.

'La Llamada', vista así, es demasiado fácil clasificarla de milagro: un musical que conmueve y engancha tanto en su historia como en sus canciones, donde las melodías están perfectamente encajadas en momentos precisos, y te llegan junto a las vivencias de cuatro mujeres esperando algo que ni ellas mismas saben qué es.
María, Susana, Milagros y Sor Bernarda se quedan un fin de semana veraniego "encerradas" en el Campamento La Brújula, las dos últimas cuidando el castigo de las dos primeras, separadas por una brecha generacional que parece insalvable a simple vista.
Las chicas solo quieren divertirse, claro, y para eso se han escapado de sermones y canciones religiosas para irse de fiesta a ritmo de Juan Magán, y todo parece normal, el ciclo de jóvenes y mayores tal como debería estar... sino fuera porque la mirada de María, envuelta en fiesta y luces estroboscópicas, transmite una tristeza que no se va ni cantando a grito pelado con su mejor amiga Susana.
La madrugada la encuentra en ese desconcierto nocturno de personas abandonando un local, y ahí nos plantan el título, porque ahí es donde de verdad empieza, la llamada.

La resaca de la noche no se va con la mañana, y pronto está Susana fardando de posible productor musical y ambiciones desmedidas para su dúo con María, la clásica confidencia cómplice de campamento que comparte con Milagros, ya resignada a cuidar de niñas con las que se le hace imposible entenderse.
Eso sí, por esta vez, aparece la posibilidad de algo: Milagros también tuvo un grupo en su época, y cantó como nadie, revelación sorprendente para alguien como Susana, a la que no se le ocurre que otras personas puedan tener sueños aparte de ella.
Por si fuera poco, María sigue confundida con las apariciones de un misterioso señor que dice ser "la luz en el mundo", cantando canciones de "la negra esa que se murió", y pide consejo a una Sor Bernarda aparentemente curtida en temas de fe, pero que a la postre resulta que solo la entiende entre hábitos y restricciones, por mucha alegría o novedad que quiera ponerle (ahí está colgado su retrato con el Papa, símbolo de triunfo para ella, rancio recordatorio de algo que ya tuvo su momento para cualquiera).

Poco a poco ("step by step" que diría Whitney Houston), todas ellas dejan caer sus fachadas de confusión, miedo, reserva y vergüenza, Milagros acercándose progresivamente a una Susana que quiere desperdiciar una oportunidad de la que se puede arrepentir mucho tiempo, y Sor Bernarda usando a María como conducto para acercarse a un Dios que dudamos si alguna vez ha llegado a apreciar.
Todas abordan la cuestión como han oído que debe hacerse, como sus limitadas experiencias les han enseñado... y se olvidan de que esto nunca fue cosa de seguridad, sino de fe: creer sin ver, cantar sin que nadie te tenga que escuchar. Todo lo demás vendrá, si con valentía te atreves a quererlo.
Por eso doy las gracias por Belén Cuesta, la actriz que interpreta a Milagros, por saber quitarse el disfraz con apenas un gesto, y dejarnos enamorados ante la posibilidad de que la música puede curar, si te entregas a ella de verdad. La suya ha sido una vida de negaciones y huidas, pero en una sola escena que vale oro vemos como guarda un maravilloso recuerdo, que pide cantarse y expresar su felicidad al hacerlo.

Nada distinto sucede con María, Susana y Bernarda, cada una con su propia canción reprimida, que pide salir y poder, por fin, definirlas como siempre han querido ser, no como las jóvenes y mayores que siempre han sido.
Rezar, recitar un libro polvoriento, buscar un productor musical: nada de eso servía para oír la Llamada, porque nunca fue algo que estuviera dentro de las cuatro.
Todo lo que merece la pena ser expresado, o sentido, se debe sacar fuera: en una confesión que de puro razonable esconde miedo a apasionarse, en una canción que sale de las entrañas, o en un baile de electrolatino que hasta a Dios haga sonreír, porque al final no dejan de ser esas pequeñas cosas, las que nos acercan a algún tipo de iluminación divina.

Ante cualquier duda, ya lo cantaba Whitney Houston: "step by step".
Charles
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