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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Musical. Comedia. Terror Seymour, un joven dependiente de una floristería, está enamorado de su compañera Audrie, pero ella sale con un sádico dentista. Un día, justo después de un extraño eclipse, Seymour compra una pequeña planta, a la que bautiza como Audrie II. La planta comenzará a moverse e incluso a hablar con Seymour, de forma que se convierte en una atracción para la ciudad. Lo que nadie sabe es que se trata de un ser abominable que se alimenta de sangre humana. (FILMAFFINITY) [+]
6 de marzo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver esta película con su final original cinematográfico debería ser ya cosa del pasado.
Debería ser una curiosidad que acompañe al DVD, ahí enterrado entre extras, fruto de unos productores acojonados que no entendieron el concepto demasiado bien, similar a la versión idealizada de 'Brazil' que en su día "le parieron" a Terry Gilliam.
Por desgracia, es el mundo al revés, y 'La Pequeña Tienda de los Horrores' llegó a las salas justo siendo lo contrario de las formas que criticaba.

Y no se entiende, claro.
Porque desde el principio esto es una historia agarrada al "todo luz, todo color" que invadía cualquier producción de Broadway, adaptando al gran público de manera fácil de tragar conceptos durísimos como la degradación social, la bajeza moral y los sacrificios reprochables del currito medio.
Seymour es un triste empleado explotado por su autoritario jefe, Audrey es víctima de abuso diario, en la barriada en la que viven se amontonan los desempleados, y el poco sutil puño a la comercialidad más descarada no pasa desapercibido (no importa tener las mejores plantas, sino las que más den que hablar).
Pero como suenan alegres melodías hablando de ello, un coro de ensueño acompaña cada canción y el cabrón dentista saca su lado más imbécil estamos metidos en el hechizo, sin reparar en sus partes más negras.

Hasta la maldita planta devora-hombre y bebedora de sangre, Audrey II, tiene carisma a paladas y nos engaña con su voz grandilocuente, consiguiendo desviar la atención de que es una "bad motherfucker" del espacio exterior que consume vidas humanas para su rápido crecimiento.
Me da igual, lo compro y lo aparto, porque solo es otra cosa a considerar en la vida de Seymour, sin apenas coraje para acercarse a esa Audrey objeto de sus desvelos, y todo el mundo sabe que una pareja de tímidos es de lo más entretenido, por ver cuándo darán el siguiente paso.

Cada momento de pánico, cada instante de brutalidad, se enmascara con una canción, se pasa rápido, apenas siendo otro borrón del decorado multicolor.
Las melodías dictan que todo se precipita a un final donde Seymour y Audrey tendrán la casa compartida por la que tanto suspiran.

Entonces me doy cuenta: mierda, esto no es una obra de fácil digestión.
Es un contrato mefistotélico entre un ser humano y un alien, que expone nuestras debilidades de a pie y nuestra ansia por explotar todo lo que parece inusual.
Es una pesadilla de formas suaves, en la que nos está pasando desapercibida una planta salida del infierno más bajo, que exige su ración de carne humana.

Y, por encima, de todo eso...
Es un auténtico escupitajo en la cara a todos esos musicales que pensaban que cantar solo acompaña felicidad y redención.
También pueden acompañar la lenta pero aterradora invasión de una mala hija de hierba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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