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España España · Madrid
Voto de Charles:
5
Ciencia ficción. Aventuras Ambientada treinta años antes que "La guerra de las galaxias" (1977), muestra la infancia de Darth Vader, el pasado de Obi-Wan Kenobi y el resurgimiento de los Sith, los caballeros Jedi dominados por el Lado Oscuro. La Federación de Comercio ha bloqueado el pequeño planeta de Naboo, gobernado por la joven Reina Amidala; se trata de un plan ideado por Sith Darth Sidious, que, manteniéndose en el anonimato, dirige a los neimoidianos, que ... [+]
12 de diciembre de 2015
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las precuelas, las maldiciones de toda saga.
Resulta complicado, no ya hacer interesante lo que pasó antes de lo que se considera realmente interesante, sino relatar una historia que tiene final impuesto.
Al final, pesan más las referencias y la nostalgia, que encadenan algo que no puede salirse demasiado de un patrón establecido.

Como tal, 'Star Wars - Episodio I: La Amenaza Fantasma' es el peor tipo de precuela: la que en realidad no cuenta nada mucho más interesante que lo que (en el orden cronológico real) la precedió.
Hagamos un esfuerzo: tratemos de imaginar este folletín de tratados de comercio e intrigas palaciegas como una de aquellas historias cutres lanzadas en los 80 al calor de su hermano mayor. Con obvios muñecotes de alienígenas, con notorios lásers pintados en plano, todo con maquetas representando batallas galácticas. ¿Sería recordada hoy? ¿Miraríamos atrás y diríamos: "aquella sí que era buena"?
Justo 'La Guerra de las Galaxias' era eso: una historia con efectos justos pero lo suficientemente impresionantes, que no enmascaraba el viaje de un héroe y los personajes que le acompañaban, y nos hacían soñar con estrellas más allá del espacio.

Como plana y aburrida representación de "lo que pasó" de quien todo el mundo ya se ha hecho una imagen en la cabeza, el 'Episodio I' no puede aspirar a más.
De hecho, quizá su primer error sea creer que los Tratados de Comercio y las guerras de poder entre política formaban parte de lo que 'Star Wars' es, y convertirlo en centro incómodo de la trama. Vuela libre la historia a la mínima oportunidad, cuando se establece en Tatooine y somos testigos de algún tipo de excitación infantil al ver carreras de vainas.
Es lo único no afectado por esa obsesión por calcar, repetir, mantenerse en un esquema que más tarde nos traerá un cuarto episodio. ¿Qué no podría hacerse de otra manera? Basta remitirse a una cita de Yoda (una de los pocos elementos que mantiene su dignidad original): "hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes".

No intentes colarme que Obi-Wan pronunciaría el mismo "NOOO!!" que Luke millones de años antes. Tampoco que tendría "un mal presentimiento" sin Han Solo.
Pero sería injusto meterse con uno de los pocos personajes tridimensionales, el único que realmente espeja su futuro carácter: sí, probablemente este Jedi de maneras amables acabe siendo Alec Guinness. A su lado, Qui-Gon Jinn da madurez y experiencia a un personaje ingrato rodeado de poco rescatable, simplemente a base de detalles y conocimiento de su naturaleza (dudo que George Lucas fuera el artífice de ese momento de honorable guerrero, en el que decide arrodillarse ante su enemigo, consciente de que la violencia es solo un medio, no un camino).

De hecho, ambos tienen la mejor escena de este episodio: el magistral "Duel of the Fates", majestuosamente acompañado por John Williams, enfrentando a un siniestro Sith con cuernos y doble sable láser. Lo único que verdaderamente vuela libre, porque no lo hemos visto antes.
Contrasta con las dos batallas que tienen lugar al mismo tiempo, apenas dos blandos campos de juego donde dos personas (si se puede llamar eso a Jar Jar Binks) logran ganar de casualidad. Penoso no, más bien lamentable.

Incluso un final, perturbador, lleno de evocaciones pasadas, donde se asiste a un funeral que sienta unas piezas de ajedrez siniestras... se va al traste en la siguiente escena por una fiestecilla entre seres digitales y colores chillones. Ni Natalie Portman sonriendo por fin nos salva del gusto a fracaso.
Solo un diminuto ejemplo, de que el propio saboteador de la fantasía está dentro de esta precuela: es horrible pasar por delante de la insinuación inquietante al más puro derroche feliz sin que haya calado lo primero bajo lo segundo.
Charles
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