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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Infantil. Comedia. Musical Los simpáticos teleñecos van a Manhattan a intentar vender su espectáculo a algún productor de Broadway, pero al principio las cosas no serán tan fáciles como pensaban. (FILMAFFINITY)
21 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De puro imposible, esta historia arranca ya la sonrisa: los Teleñecos buscando empleo.
No, de hecho, no buscando empleo, sino cumpliendo el sueño urbanita de ir a la gran ciudad para buscar su destino, y dándose cuenta una vez allí que pocas personas están dispuestas a darte una oportunidad, sin importar lo bueno que seas.
Pero ahí es justamente donde da en el clavo: Jim Henson siempre quiso para sus creaciones una realidad que ni los tratara como fenómenos de feria o anomalías, y probablemente no había otra manera mejor de expresarlo que dejando claro que ni ellos tienen todo solucionado.

Así, queda una suerte de odisea personal de los Teleñecos buscando su propio hueco, llegando a desbandarse, y volverse otra vez a juntar, porque ya sabemos cómo funcionan mejor.
Entre medias, la búsqueda personal de Gustavo por hacer algo que valga la pena y saber liderar su grupo (ya tiene que ser buena una rana para que te conmueva), con una serie de situaciones de desempleo donde el carismático grupo sigue sacando su buen humor a relucir, no importa lo mal que se vean las cosas.

Y una enseñanza para el recuerdo:
"Escúchame bien. Una gran ciudad. Vives... trabajas... ¿eh? . Pero es solo una ciudad, solo personas.
La gente es la gente, no son edificios. Son tomates.
Es gente, es baile, es música. ¡Son patatas!
Eso. La gente es la gente, ¿de acuerdo?"
Puede que sea una reflexión más atinada de lo que parece, porque cuando todo es caótico, solo hay que recordar que detrás de ello todo es de lo más simple. Porque la gente es la gente, y los Teleñecos pese a sus dudas están entre ellos y los celos de Peggy o la memoria de Gustavo tienen la más sencilla de las soluciones.

Probablemente es así como Jim Henson y compañía veían a sus criaturas, unos seres con bondad infinita, incapaces de ser malévolos o retorcidos, y siempre con la capacidad mágica de hacer que durante un rato los problemas reales se convirtieran en imaginativos chistes.
Conquistar Manhattan no sé, pero desde luego un rincón en nuestra memoria lo conquistaron hace tiempo.
Charles
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