Con un mucho de sensatez y un poco de corazón, Lake Bell hace un homenaje al mundo de la locución cinematográfica.

Se configura como la típica treintañera a tomar decisiones de una vez, y estamos con ella desde el primer momento en que vemos que su personaje, Carol, utiliza un elaborado sarcasmo para lidiar con su algo mustia situación.
Ni la payasa típica ni la tipa inmaculada, tan solo algo intermedio y real.

Del lado menos amable de su vida, enseña a hablar a pijas inútiles y tiene que soportar la clara desaprobación de su padre, y que todo el mundo la mire por encima del hombro a la hora de trabajar.
Sus ganas de salir de ahí acabarán trastocando gran parte de su círculo de amistades y familia, pero de nuevo se puede decir que no pierde el tiempo a la hora de arreglar las cosas. Mil puntos para Carol como heroína de la historia.

Una heroína que tendrá que luchar con no pocas dificultades, como demuestra una industria algo endogámica que considera que no hay sitio para mujeres en ella, pero que no duda en utilizarlas para cubrir puestos de segunda.
O, extrapolando: toda una crítica a los hombres cerrados de mente que tienen en cuenta a las mujeres solo en la cama y no pilotando un avión. (En consonancia con esto, ojo: primera protagonista en mucho tiempo que veo utilizando su sexualidad y no siendo juzgada en base a ello; un error lo tiene cualquiera)

Sin darme cuenta, al final una historia "sencilla" ha conseguido hacerme reflexionar sobre el machismo imperante en ciertas profesiones y de lo ciegos que estamos cuando no somos capaces de ver lo que tenemos delante.
Las risas ante lo cotidiano y real vienen incluidas, esquivando hábilmente tópicos (ese parlamento de Geena Davis al final, que relativiza brutalmente las cosas importantes).

No creará escuela, pero desde luego se podría decir que es una curiosa "clase" a la que acudir.