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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
6
Drama Ramona, una mujer de cuarenta años, vive sumida en un contexto laboral y personal tenso y precario en un pueblo de la costa gallega. Hace malabarismos con múltiples trabajos para mantenerse a flote y proporcionar un futuro mejor a su hija Estrella. Pero cuando Estrella está preparada para tomar su propio camino, Ramona se da cuenta de que, por primera vez, puede hacer algo por sí misma. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2023
16 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta "Matria" nace con la prisa, el nervio, la carga y la responsabilidad, empuñando un abanico de verdades que personifica Ramona (María Vázquez). Es madre, es trabajadora, es amiga y es mujer. Y se ve cómo en el trabajo es ella quien lleva la voz cantante, quien organiza, quien hace a la vez de jefa y psicóloga. Porque ella es una trabajadora más, no la dueña. El mismo esquema se sucede en el plano familiar, donde pone orden y sentido a la propia estructura de su familia, ejerciendo de nuevo como jefa y psicóloga, nunca de dueña.
La acción se va tejiendo entre mujeres en el marco de un pueblo costero de Galicia. Tanto la hija de Ramona, Estrella, como su amiga, Carme, mantienen relaciones telefónicas que parecen no estar en su mejor momento. El trabajo es precario y también entre vecinas y compañeras hay una búsqueda de estabilidad, ya que mantener el equilibrio económico y emocional cuesta muchísimo. Poco a poco, ella va ahorrando, escondiendo billete a billete en un bote viejo de detergente Skip. Yo aún guardo para mis hijas algunos de esos llenos de cochecitos y muñecos. Los hombres, fiel reflejo de la realidad, como animales que sólo reclaman. O exigen en el trabajo o exigen en lo sexual, pero suponen siempre una amenaza y una carga difícil de soportar.

Se repiten encuadres, primeros planos, desesperación y mucha velocidad para sacar todo adelante por parte de Ramona. Ella es valiente, tenaz, poco acertada en el trato y dispuesta a todo por su hija. Como Álvaro Gago con esta película: valiente, tenaz, no acertado siempre y dispuesto a todo por "Matria".

Hacia mitad del metraje hay un momento de respiro en el que Ramona se sienta en un banco, el ruido se va silenciando, sólo hay música suave y el plano se acerca lentamente. Es el punto de inflexión con el que cambiarán algunas cosas. Habrá tiempo de desfogar, pasarlo bien, sincerarse y emocionarse, pero tal vez sea este el único punto que criticar: las consecuencias algo atenuadas y poco dramáticas. En todo caso, mucho más que aplaudir que reprochar.

Esta ópera prima no trae mucho nuevo, pues recuerda a Loach, León de Aranoa o Bollaín, pero eso no impide que este cine siga siendo necesario, interesante y defendible. De hecho esta película cuenta con muchas cosas a favor. Habla de los cuidados, tema que incluso hoy sigue siendo tabú. De ese papel femenino del "A que voy yo y lo encuentro" o "Ya lo hago yo" que siempre han repetido las madres. Pero también con el "Los niños se han quedado con el padre. Con la suegra, querrás decir" que no puede ser más acertado. Se juega con la burocracia al estilo de "Yo, Daniel Blake" y su batalla habitual por parte de la clase trabajadora. Y se pone en entredicho la recompensa tras toda una vida de dedicación, física y emocional, a construir una familia. Así como en "Días de vino y rosas" el mundo sólo se desmorona cuando es ella quien también bebe de más, en "Matria" se vuelve a poner de relieve que el único sustento familiar y social siempre ha recaído sobre las mujeres, que están agotadas. Esa injusticia la describe muy concisamente Pepa Blanes cuando dice que "es cine social que muestra que la clase y el género no van por separado".

Hay una cosa que agradecer a este guion: que las conclusiones las tomemos los espectadores. Aunque parezca muy claro, todo es producto de unas cuestiones muy bien planteadas donde no nos dan respuesta: los personajes no atinan al apuntar al culpable y discuten entre ellos, tal y como pasa en el día a día de cualquiera de nosotros. Bueno, hay más que agradecer: el trabajo vibrante y enérgico de Laura Vázquez para rescatar todo detalle de un personaje realista y cansado. Y también que el cine no sólo sea grandilocuente en lo productivo, sino que haya hueco para contar lo que nos pasa. Poner lavadoras, ser explotados o pelar patatas (aquí como en Akerman). Las mujeres tienen derecho a equivocarse, pero resulta imposible pensar eso cuando toda la carga recae en ellas, así como resulta imposible imaginar en estos personajes (nosotros mismos) conversaciones sobre música, literatura o arquitectura cuando sólo se trata de sobrevivir.
Javier Moreno
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