Tengo que reconocer que no suelo tener ningún problema en abandonar una sala sin que haya terminado la película, lo he hecho ya unas cuantas veces, siempre que la película lo merezca. Ayer huí de nuevo, y no de miedo precisamente.

Al entrar en la sala estábamos solos, tenía la duda de si mi pareja había sido tan romántico como para comprar toda la sala y estar solos, pero no, queda algo de criterio en este país.

La historia tiene potencial y era un filón para explotar, aunque se acaba convirtiendo en un pastelón de topicazos, sustos prediseñados por ordenador e interpretaciones bastante lamentables en algún caso, supongo que algún favor se llevó el director.

Si eres fan del género, huye, mírate por trigésimoctava vez el sexto remake de Viernes 13, valdrá más la pena.

Si no eres fan del género, que nadie te obligue, eres dueño de ti mismo, como si te cuesta una noche sin sexo, creéme, vale más la pena no verla.

Si has picado y ya la has visto, no creo que suelas leer este tipo de críticas, estás a tiempo, únete.

En resumidas cuentas, mamá dónde está mi kimono que llego tarde...