Es la típica película que muchos opinan que puede verse en familia, que encaja perfectamente en un domingo por la tarde y que al venir de la pluma de Julio Verne vamos a encontrarnos siempre invariablemente con buenos simpáticos, algún malo que se puede calar a distancia y un final feliz. La excusa en este caso es la de visitar las profundidades de nuestro planeta cuya entrada y salida es un volcán, para ir descubriendo a cada escalón para abajo un camino repleto de peligros y aventuras. El equipo consta de una mujer, constantemente martirizada por el jefazo de la expedición a través de un insano machismo, algo que carece de simpatía y es de lo único que me puedo quejar. El resto viene de la mente imaginativa de Verne, yo no lo he leído cuando tocaba siendo un crío y no lo voy a hacer ahora bien entrado en años, así que no opinaré sobre lo típico, si se trata de una adaptación correcta o no.

Yo he visto una película correcta, y sabiendo qué era lo que iba a encontrarme, he tomado la distancia adecuada para poder disfrutar de manera justa. Pedirle exactitud científica es absurdo así que ya puestos, yo sencillamente he flipado con el mar interior. Lo del dragón me ha parecido un exceso y el final en plan victoriosos en el balcón más un gesto para la familia que para seres humanos como yo. Así que correcta, de ahí mi nota, porque lo he pasado bien, no lo escondo, pero yo del cine en general necesito otras cosas bien diferentes. Seguramente debí verla de adolescente, así podría haberla revisitado hoy con la indulgencia que muestra la mayoría.