La conocida ironía que Buñuel ha utilizado tantas veces en otros títulos aparece de nuevo aquí, esta vez en un paisaje árido y de la mano del devoto Simón, para señalar con su dedo pecador a la religión, uno de los temas recurrentes en el director. El protagonista absoluto en esta obra incompleta, y objeto de su surrealista crítica, es la religión católica, estigma personal que arrastraría toda su existencia. Las dos cosas más importantes de "Simón del desierto" es que se mete con la religión (nunca directamente, siempre fue Buñuel un iconoclasta sibilino) y principalmente que se trata de una obra inconclusa.

"Ay!!! Se acabó la plata..."

Y hasta ahí llegó, hasta esos 40 y pico minutos de desborde, porque iba por tan buen camino que no lo estaba bordando no, se estaba desbordando directamente. Quien lo pase bien con todo aquello que ataca a la Iglesia se quedará con ganas de ver más, quien sabe de qué va Buñuel y aprecia sus locuras, también lo pasará en grande.... Así que por ese lado personalmente he disfrutado doblemente. La desgracia es ver una obra mutilada de golpe, iba por tan buen camino... Me pregunto qué intrahistoria habrá detrás de "Simón del desierto" y por qué no se retomó el trabajo con los años.