Primero, una novela fenomenal, de las que dan miedo con gran nivel de inteligencia, de Ira Levin (1929-2007), autor de otros títulos literarios y teatrales también llevados al cine.

Segundo, un Polanski que había hecho muchas películas buenas y excelentes y una sola comedia en la que se reía del terror: La danza de los vampiros... y de pronto se destapó con esta de brujería en el siglo XX, el culto al satanismo que se practica en las buenas sociedades burguesas desde lo menos el siglo XVII, en una trama de alta tensión muy bien lograda de principio a fin.

Tercero, un encuentro explosivo: la inocente, candorosa a más no poder, Mia Farrow, que hasta entonces no había hecho nada tan importante y John Cassavetes, con su mueca sarcástica, sus cínicas maneras, su temible "amabilidad".

Cuarto, Ruth Gordon, una secundaria de carácter que borda la graciosa y feroz figura de la vecina sabelotodo.

Quinto, el poder del más allá, una madre, un hijo, la búsqueda del éxito vendiendo el alma...

Sexto, las historias que se produjeron un año después: el asesinato de la hermosa Sharon Tate, esposa de Polanski en su maravilloso caserón de Beverly Hills junto a otros amigos que también murieron. Fue el sonado crimen de Charles Manson, un tipo que aún sigue en la cárcel y que tiene algunos miles de fans, y que se adjudicó a una venganza de satanistas.

Séptimo, Polanski fue herido de muerte con esta tragedia, pero no murió. El pequeño hombre que había sobrevivido al ghetto de Varsovia donde murieron sus padres, seguiría un largo camino hasta hoy mismo en que tiene muchas vidas con otros amores y otras películas muy buenas a sus espaldas.

Octavo, La semilla del diablo logra una tensión poca veces conseguida en el cine sin sangre, introduciendo por vez primera en la gran pantalla un mundo satánico protagonizado por gente corriente, simpática, generosa, amorosa, que dará mucho a cambio de la incondicional colaboración de sus leales.

Noveno, Mia y John en la realidad se tragaban poco. Ella trabajaba como actriz, con interés profesional; él no veía la hora de dejar el rodaje para ir a preparar con su esposa Gena Rowlands la dirección de una película que lograría realizar con el dinero que ganaba como actor. La filmarían juntos como posesos, con poco presupuesto y dificultades enormes de distribución: Faces, en blanco y negro, la única que dirigió sin Gena, la primera de una serie de notables películas sin antecedentes en el cine independiente.
Todo un personaje el Cassavetes que aquí lleva a cabo un personaje capaz de cosas inmorales que jamás hubiese hecho él, ni siquiera para realizar una de sus extrañas películas. Murió con 60 años apaleado por la ansiedad, el tabaco y el alcohol.

Décimo: sobre todo, no se pierdan La semilla del diablo. Crean o no en su trama de satanismo o animismo sobrenatural, hay unos personajes y unas situaciones "endiabladamente" atractivas, 40 años después.