Al parecer es la última película de este director. La realizó con 83 años. Hoy tiene 86. Con muchos títulos importantes en su haber, aquí parece compendiar su enorme talento dejando claro una vez más bien lo bien que funciona el cine negro, el mundo criminal para retratar las miserias humanas y el estado de una sociedad.

Un poema dramático que estructura una tragedia con ritmo de policiaco, un policiaco bien cargado de sentimentalismo oculto rumbo a una explosión insólita; la estructura de puzzle con retrocesos y avances para contar la historia adquiere un ritmo trepidante, una emoción incómoda, ya que sus muy interesantes personajes son terriblemente egocéntricos, mezquinos, aunque en ningún momento quieres desinteresarte de ellos.

Maestro de actores como pocos, Lumet logra aquí que sus admirables intérpretes compongan seres muy diferentes a los habituales, de los que prefiero no hablar para no destripar una trama que envuelve, arrastra y finalmente sorprende con un final de alto impacto y profunda emoción.

Una película que deja mucho material para reflexionar y debatir; la primera secuencia es un acto sexual entre Seymour Hoffman y Marisa Tomei que sugiere el mundo de luces y sombras en el que entraremos dentro de una montaña rusa, una espiral intensa y escalofriante. Una sobrecarga de adrenalina, de angustia existencial y de cruenta desesperación en torno al maldito dinero, y una familia en crisis permanente, y un final inesperado, y... todo bien aderezado por un guión valiente, que no le teme a nada, dispuesto a saldar cuentas con la sociedad y la rutinaria vida de la inmensa mayoría.