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Voto de Luis Arteaga:
8
Comedia. Drama Inès trabaja en una importante consultora alemana establecida en Bucarest. Su estresante vida está perfectamente organizada hasta que su extrovertido y bromista padre Winfried llega de improvisto y le pregunta ”¿eres feliz?”. Tras su incapacidad para responder, sufre un profundo cambio. Ese padre que a veces estorba y que la avergüenza un poco le va a ayudar a dar nuevamente sentido a su vida gracias a un personaje imaginario: el ... [+]
22 de enero de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre la numerosa ristra de superproducciones norteamericanas, en contadas ocasiones se cuelan en nuestras carteleras películas que se salen de estos derroteros comerciales. Cintas en buena parte europeas, por aquello de la cercanía, y que normalmente solo se descubren si vienen abaladas por algún gran festival de cine 'independiente' o por la correspondiente nominación a ese extraño cajón desastre que supone la categoría de 'Mejor película de habla no inglesa' en alguno de los codiciados premios de la industria gringa. Ya de entrada considerado por los propios certámenes como un reconocimiento menor, como si de algún modo por ser obras producidas fuera de sus redes de influencia y en lenguas extranjeras fueran por ende películas sin el empuje suficiente para codearse con las suyas, las de pedigree de pura raza yanqui, con las que rara vez consiguen competir para llevarse el premio gordo. Sea como sea supongo que ahí radica su encanto y su cierta libertad a la hora de abordar temas y narrativas desde puntos de vista menos manidos, algo que siempre es de agradecer y que normalmente despierta mi interés al verlas incluidas entre los estrenos semanales de alguna arriesgada sala de cines. Dicho de otra forma, para que una película alemana se consiga estrenar en España es que algún mérito debe tener. Si encima no tiene nombres reconocibles detrás y se trata de una comedia (alemana, sí, alemana) ya me seduce de entrada bastante más que la milésima historia sobre la Segunda Guerra Mundial o la segregación racial, siempre contadas bajo el lenguaje universal y aglutinador de Hollywood.

En este sentido "Tony Erdmann" no defrauda en absoluto. Con un guion extravagante y excesivo, recuerda por momentos esas tramas grotescas propias de la tragicomedia italiana, conectando por ejemplo con el estilo narrativo de Sorrentino, maestro indiscutible en estas lindes y con quien la directora de este film comparte al menos ese retorcido gusto por caricaturizar las realidades más crudas del existencialismo moderno, sirviéndose de la sátira para hurgar con acidez en las miserias de una sociedad corrompida que perdió el rumbo hace mucho tiempo. De esto sabe mucho la protagonista de la historia, Inès, quien inmersa en una existencia tan viciada y deshumanizada como terriblemente real, verá como una inesperada visita de su dantesco padre acaba poniendo en jaque todo el entramado social que rodea su mundo. Una relación pintoresca que entre bromas esperpénticas y momentos de ternura incalculable pone a ambos personajes al borde del precipicio, donde mantendrán una pugna cruel y bizarra en la que el amor incondicional que solo puede ofrecer un padre a su hija acaba por ser el elemento que provoca la redención final de Inès.

Con el único apunte negativo puesto en el extenso e innecesario metraje de la cinta, para terminar de bordar el lazo la historia huye de las fáciles moralinas vitalistas e imprime un regusto de amargura para culminar por todo lo alto con una secuencia final absolutamente brillante, en la que la directora y guionista, Maren Ade, hila con la máxima sutileza sus puntadas para dejar al descubierto la naturaleza imperfecta del ser humano, incluso de aquellos privilegiados que fueron iluminados con el secreto de la felicidad. En definitiva un recorrido de emociones disfrazadas que acabará por revolvernos por dentro y que dejará rodando en nuestras cabezas ese tejemaneje de preguntas y respuestas que consigue hacer del cine algo reflexivo más allá del mero entretenimiento.
Luis Arteaga
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