Hago esta crítica mientras revisiono la serie, que vi por primera vez más o menos hace 30 años, seguramente algo más. Tenía el recuerdo de que era una serie empalagosa y muy “para niñas pequeñas” y lo que estoy descubriendo es una obra que transmite unos valores esenciales para el ser humano, contada además de una forma mucho más profunda y compleja de la que un niño pequeño puede apreciar.

Creo que esta serie hay que verla o pronto o tarde en la vida. Pronto porque si la vemos desde la inocencia no aplicaremos ese ojo cínico que casi todos hemos tenido en la adolescencia o en la primera juventud. Y tarde, porque a partir de cierta edad y cuando ya somos padres, volvemos a apreciar determinados valores y una conexión sincera con nuestros seres queridos, cosa que esta serie transmite de forma magistral.

La relación de Heidi con la naturaleza, con Pedro, con Niebla, con Clara y sobre todo con su abuelo, transmiten una emoción sincera y profunda. Claro que hay capítulos un poco “sentimentaloides” y que no todas las tramas tienen el mismo interés ni calidad… pero aquí estamos mi mujer y yo, con 40 años en la espalda y emocionados porque Heidi se reencuentra con su abuelo después de volver de Frankfurt.

Poco más hay que decir porque la historia ya la conocemos de sobra. Todos hemos visto la serie, pero mi recomendación es que la volváis a ver. Poco a poco. Y con vuestros hijos, si tenéis, a vuestro lado.