Es muy difícil intentar valorar positivamente algo que procede de la autora de la aborrecible saga Crepúsculo.
Uno intenta quitarse los prejuicios y encontrarse con algo mejor. Pero aunque la historia parte de una idea bastante buena, al final también es bastante mala.
El director de "Gattaca" y de "In time" hace lo que puede para contar este rollazo de alienígenas que controlan nuestros cuerpos. Aunque en "La invasión de los ultracuerpos" ya se nos narraba algo parecido, pero desde una perspectiva mucho más orientada al género del terror.
Pero es que la alienígena (porque parece claro que es mujer) insertada en el cuerpo de Saoirse Ronan (tiene tela el nombrecito de esta actriz) está mucho más preocupada de quitarle el novio que de matar su conciencia. Todo un pastiche sentimental con dos mentes metidas en el mismo cuerpo, y cada mente enamorada de un tipo distinto.
Además, se sabe siempre quien es alienígena porque se ponen lentillas azules.
A todo esto hemos de sumar que la resistencia humana, formada por aquellos que no tienen el parásito, viven en una cueva de cartón piedra con espejos para cultivar trigo. ¡Y se quedan tan panchos! Vale que solo coman pan, pero es que se ve realmente cutre.
No hay tensión, ni acción, ni emoción. Por no haber, es que casi ni hay ciencia ficción. Niccol hace películas de este género sin muchos efectos especiales, pero es que montar toda esta idea para terminar centrándose en el sentimentalismo zafio es una completa pérdida de tiempo.
Para colmo, el bodrio este dura prácticamente dos horas.
No veré nada más basado en algo de Stephenie Meyer, porque no merece la pena.