Para analizar esta película, hay que verla con la perspectiva del tiempo. Obviamente, hoy en día no nos dice nada. Norman Bates es un aficionado comparado con Hannibal Lecter, el de "Seven" o Dexter. Tampoco tiene mucho que hacer si le ponemos en una balanza con otros asesinos más bestias como el de "La matanza de Texas" o Puzzle (saga "Saw").
Pero viajemos en el tiempo. Es una película de 1960 y hay que valorarla como tal. Supuso una auténtica revolución en su momento. No creo que nunca antes de ella se viera un asesinato tan directamente. Hitchcock tenía mucha psicología, pues la escena de la ducha ni está tan bien hecha (nunca se ve que se clave el cuchillo) ni es tan sangrienta (el blanco y negro disimula muy bien la sangre falsa), sin embargo está anclada en el inconsciente colectivo. Esa secuencia, con la música de los violines chirriantes, es absolutamente mítica y conocida incluso por gente no demasiado cinéfila. Eso es un mérito que solo logran los grandes maestros.
Ese momento, y el del final, son sin duda lo mejor del film. Lo demás es un thriller que hubiera pasado sin pena ni gloria, si no fuera por la mano del maestro.
Su rodaje estuvo lleno de anécdotas y curiosidades, que no voy a repetir pues se pueden encontrar por internet (o viendo la película con Anthony Hopkins). Ya se ha dicho mucho sobre este gran clásico.
Es por ello que no voy a escribir mucho más. Tan solo me queda alabar la grandísima actuación de Anthony Perkins y la capacidad de Hitchcock para filmar una película que será recordada siempre como pieza clave de la historia del cine. Y eso, sin medios. Si este director viviera ahora, no sé de lo que sería capaz.