La gente normal tiene trabajos sencillos y una vida sencilla. La gente normal suele juntarse con sus amigos en los bares para beber cerveza, y a veces hasta cantan cuando están contentos. Existe mucha gente normal que siempre está llorando por no tener pareja (dando la paliza a los que les rodean), o bien por lo imperfecta que es la pareja que tienen. Otras personas están siempre soñando en una vida mejor, porque no son felices del todo. En resumen, a las personas normales o no les pasa nada trascendente, o les pasan cosas normales y cotidianas.
¿Y qué pasa si una película es normal y trata de gente normal y tiene un argumento tan cotidiano que te pasas todo el rato esperando que pase algo y al final no pasa nada? ¡Pues que es más aburrida que un pleno del parlamento de un país del norte de Europa! Tan tediosa como la insulsa vida de la gran mayoría de la gente.
Pero, tranquilos, que el público se identificará con la “historia”, y si no, como suenan algunas canciones buenas, con eso les bastará para que les guste y tendrá un siete y pico de nota media. Como si la selección musical hiciera mejor a un film, esto nunca lo he entendido.
Se supone que exalta la amistad (es igualita que “Cuenta conmigo”, por las narices) o la nostalgia de los años perdidos. ¡Vamos, hombre, que son treintañeros, no “jubiletas”! Si con esa edad están tan tristes recordando el pasado, cuando sean viejos van a ser insoportables. ¡Que se aguanten ellos solos! El patetismo de los protagonistas toca techo cuando les vemos babeando por Uma Thurman en uno de los muchos momentos que pasan en el bar.
Pues eso, una película que va de la vida diaria y normal de un grupo de gente tan normal que interesan lo mismo que el acta fundacional de una asociación botánica o el manual de instrucciones de un despertador analógico.
Soy de la opinión de que el cine tiene que ser evasión y distracción de la rutina. Y si me pongo a ver a una película, aunque sea un drama realista, espero que suceda algún acontecimiento que se salga un poquito de lo normal, porque para que no haya nada, para eso me quedo con mi vida y con las de la gente que conozco. Para eso no tengo que tragarme los rollos y las tonterías de un grupo de personas que no me importan.
Mi admiradísima Natalie Portman sale muy poco, y para lo que sale, prefiero mil veces “León”. La actitud de su personaje, una “Lolita” en potencia que al final se queda en nada, estaría muy mal visto en el políticamente (e hipócritamente en ocasiones) correcto mundo de 2016.
Este drama supuestamente existencial y profundo, en realidad está hueco.
Bueno, por fin llegamos al final de la película, y para extraer la moraleja de que la belleza está en el interior (o eso deduzco yo que me quieren contar) llevan torturándome 108 minutos (que se hacen eternos), cuando eso ya lo sabía yo sin tragarme este tedioso rollo de papel higiénico.